Es una mujer entrañable. Sus ojos se iluminan cuando habla de su pasión por la lectura y parecen hacerse más grandes cuando recuerda las peripecias de sus viajes, en especial aquellos que hizo en compañía de sus nietos. "Al que no le guste viajar, ni leer ni le guste la fruta, no merece ir al cielo", bromea Carmen Conde Présaras. Quizás en la combinación de estas tres pasiones se encuentre la receta para llegar así de bien a los 100 años. Esta estradense sopló ayer las velas de la tarta de su centenario, un día emotivo y especial en una vida en gran parte marcada por su profesión de maestra.

Hija de emigrantes, Carmen Conde nació el 10 de enero de 1917 en Buenos Aires, aunque con solo dos meses llegó a A Estrada. Estudió Magisterio en Pontevedra. No tardaría en comenzar a ejercer en el municipio estradense. Tras ser maestra en As Quintas (Codeseda), llegaría hasta O Viso (Lagartóns), donde daría clase durante 27 años. Su último destino como docente fue en el colegio Pérez Viondi, ya en el casco urbano estradense. Permaneció en este centro una década, hasta su jubilación en el año 1983.

En el día en que cumplió 100 años, Carmen Conde Présaras recibió la visita y la felicitación de todos los estradenses, representados en este caso en la figura del alcalde, José López, que acudió hasta su domicilio junto al primer teniente de alcalde, Juan Constenla, para hacerle entrega de un ramo de flores. Su familia tenía previsto honrarla ya ayer con una celebración, si bien la fiesta llegará el sábado, "cuando pueda venir toda la familia". Con tres hijos, ocho nietos y siete bisnietos, el festejo precisará espacio.

Carmen lee todo lo que cae en sus manos. Lo primero, el periódico, de principio a fin, sin saltarse una sección. Sus hijos bromeaban ayer con que desde hace años devora cada día las crónicas de deportes, si bien acabó sabiendo con la llegada de la televisión qué era exactamente un fuera de juego.

"Empezó con 11 años con Robison Crusoe y no paró, aunque lee desde los cuatro", explican. "Prosa, poesía...me vale todo", apunta Carmen, que indica que en estos momentos está leyendo un libro de Inma Chacón que le regalaron. Leer es lo que ocupa la mayor parte de su tiempo, con alguna que otra concesión a la televisión. "Estábamos mejor cuando teníamos los dos canales que ahora", considera. Ve El Intermedio, La 2 y el programa Luar, aunque cree que tuvo tiempos mejores.

Cuando el alcalde le pregunta por su alimentación, esta estradense responde que come bien y de todo. "Si te digo lo que desayuné...", bromea con el regidor. En lo que a la primera comida del día se refiere, esta centenaria ha vuelto a sus orígenes: se prepara una buena "cunca" con papas de harina de maíz, coronadas con trozos de pan de maíz. "Y me saben a gloria", confiesa. Reconoce que nunca ha tenido un dolor de estómago. No obstante, se decanta por cenas ligeras, a base de yogur y galletas, un tentempié frugal en busca de un sueño reparador. Aunque en líneas generales duerme bien, no se levanta más allá de las 09.30 horas.

Si la lectura es su gran pasión en el día a día, sus viajes no lo son menos. Israel fue uno de los destinos que más la marcó y Estados Unidos uno en los que vivió una de sus aventuras. Y es que, con 80 años y sin hablar inglés, esta estradense se embarcó sola en un avión rumbo a Dallas para asistir a la boda de un sobrino. Allí se las apañó como pudo hasta que se encontró con sus familiares. Está claro que no metió el miedo en su equipaje. Se lo dejó en casa, adonde no llamó hasta dos días después.

Esta estradense recibió el Salmón de Ouro en el año 2015 y en 2012 fue distinguida junto a otras cuatro estradenses por la Asociación de Mulleres Rurais Avelina Valladares en el marco de la conmemoración del Día de la Mujer.