-¿Cuánto hay de romanticismo en un trabajo como el suyo?

-Todo, aunque te diría que más que romanticismo es casi placer. De otra forma, no podrías estar aguantando temporales brutales en A Lanzada. Si no te gusta esto no estás a la intemperie o expuesto a la nieve o a 45 grados bajo el sol, que también tiene pasado. Lo haces más por pasión que por otra cosa. También te mueve el rollo romántico de las ruinas y demás.

-¿Cómo valora la puesta en marcha de las instalaciones del Pazo de Liñares al servicio del Museo de Pontevedra?

-A nivel egoísta, como arqueólogo que tengo que gestionar muchísimos rastros, te diré que Liñares es un acierto porque nos va a posibilitar dar salida a una cantidad de material arqueológico que está ahí acumulado, y que a veces puede esperar años y años a que tengamos hueco para poder gestionar esa información. Liñares es un centro de generación de información arqueológica muy potente. Encima cuenta con una infraestructura como el propio pazo en sí realmente maravillosos. En estos momentos, creo que en el noroeste no hay un laboratorio tan potente como el de Liñares. Y todo eso complementado a su vez, aunque suene muy surrealista, con el Museo do Títere porque es un espacio multicutural muy potente.

-Supongo que con el tiempo habrá que ampliarlo, ¿no?

-Es verdad, pero sobre todo el problema que va a tener podría ser el del almacenaje de material. Está claro que es un almacén temporal porque los materiales acabarán en los museos que designe la administración. Yo es el gran problema que pienso que puede llegar a tener con el tiempo. Y que, a lo mejor, haya más presencia de personal allí que puesto de trabajo pueda generar. Puede ser uno de los problemas que tenga Liñares. Está claro que todos los monstruos crecen. O sea que acabaremos peleando por conseguir encontrar un espacio mayor para poder trabajar en algo tan apasionante como es el estudio de la historia.