-A usted le tocó vivir además años dorados de la movida estradense. ¿No serían especialmente fáciles esas noches de guardia?
-No, de hecho durante muchos años hubo un refuerzo y en vez de dos, éramos cuatro de servicio. Hoy en día se lleva mejor, aunque siempre puede pasar algo. Hubo sin embargo una época en la que había mucha movida, y venía gente desde Chantada hasta Órdenes. En una movida así, hay de todo. Hay gente buena y otra que se pasa. Tuve más de un apuro, aunque gracias a Dios siempre salió todo bien y nunca hubo grandes males. Recuerdo incluso gente que por la noche se podía portar un poco mal y al día siguiente te venía a pedir disculpas.
-Precisamente, una de las cosas que siempre se dice de la Policía es que están todo el día en la calle en contacto con la gente...
-Eso tiene su parte buena y su parte mala. A veces tienes que molestar o multar a la gente, que se enfada, pero hay cosas que no puedes pasar por alto. Hay vecinos que son reincidentes de todos los días. Si ves un coche mal aparcado día sí y día también, no lo puedes permitir y alguno no lo entiende.
-¿Con qué se queda de todos estos años?
-Me retiro con el orgullo de ir por la calle sabiendo que tras todos estos años no tengo ningún enemigo, al menos eso creo. También con los compañeros. Todos me apoyaron muchos en todos estos años. Con unos me llevo mejor y con otros peor, pero es normal. Le tengo un gran aprecio a todos.
-¿Cuál es la primera anécdota que le viene a la mente?
-Recuerdo una, cuando solo llevaba un año o dos de servicio. Era un novato y andaba en la moto. Un señor aparcó mal en la Farola. Esperé un poco y me puse a denunciarlo. En ese momento llegó y me dijo que era el gobernador y que tuviese cuidado con su traje. Eso me molestó mucho, así que nada de lo que dijo le sirvió para librarse de la multa. No sé si la multa se perdería por el camino o le acabaría llegando, pero yo se la puse.
