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Manuel Varela Silva: "Antes los muebles se hacían a medida y por encargo en talleres como el nuestro"

"Siempre he dicho que los muebles antiguos no son caros, si tenemos en cuenta el trabajo que tienen detrás"

Manuel Varela, en su taller de Merza, rodeado de utensilios y piezas talladas por él mismo. // Bernabé/Javier Lalín

Dedicó buena parte de su vida a un trabajo que con el paso de los años se ha ido perdiendo poco a poco, como es la ebanistería. Manuel Varela Silva forma parte de una estirpe de profesionales de la madera que, aunque ya jubilado, no se resiste a seguir tallando relieves con diferentes temáticas religiosas y paganas. La jubilación le ha traído la tranquilidad necesaria como para analizar una profesión que mantiene con los años un halo de romanticismo y de vocación.

-¿Desde cuándo se dedica a la ebanistería como profesión?

-Yo siempre digo que lo hice durante toda mi vida porque me recuerdo a mí mismo yendo a la escuela por las mañanas y echando una mano a mi padre por las tardes en el negocio porque era algo que siempre me gustó mucho. Aunque si soy sincero, aquello que hacía de chaval no era trabajar exactamente porque lo que me tiraba era el trabajo de talla. Te hablo desde los 12 o 14 años.

-¿Por qué le gustaba más la talla en madera que el trabajo de ebanistería propiamente dicho?

-Nací con la idea de dibujar y de tallar la madera, es algo que no se puede explicar porque como digo ya nació conmigo. Las tallas no las vendía porque en aquellos tiempos había mucho cliente de encarga de muebles hechos a mano y a medida, algo que ahora se perdió salvo los casos de gente que se lo puede permitir económicamente. El mundo cambió mucho, y eso también se notó en una profesión como la nuestra. Antes todo el trabajo era por encargo y en talleres pequeños como el nuestro. Yo siempre fui autónomo y sin obreros, y antes mi padre hacía de todo, incluso ventanas y puertas para las casas porque no había llegado aún el aluminio. Claro que estamos hablando de 50 años, que es mucho tiempo dentro de la ebanistería.

-¿Había mucho trabajo de encargo por aquel entonces?

-Sí que había mucho. Recuerdo que incluso en los cierres de las casas se metía madera con teja por arriba. Ahora todo cambió y somos pocos ya los que nos acordamos de ese tipo de elementos. Después todo eso se acabó porque llegaron los diseños nuevos, más lisos, que fueron los que terminaron imponiéndose en el trabajo de madera. Antes, se hacía lo que te pidieran como armarios empotrados o muebles de cocina, que eran las peticiones más habituales.

-¿Nunca se atrevió con la escultura en madera durante todo el tiempo que fue ebanista?

-Eso era lo que a mí me gustaba realmente, y siempre decía que lo mío era ser escultor y no hacer muebles. Me quedó mucha pena por no haber estudiado escultura en una escuela de artes y oficios como las que había por entonces, y en ello habían pensado en mi familia, pero al final me quedé en casa. A lo más que llegué fue a realizar relieves, pero escultura nunca llegué a hacer. En aquella época lo que daba dinero era la funeraria, y entonces yo aprovechaba para tallar angelitos en los ataúdes de los niños más pequeños. Eso algo que también pasó de moda. En el 2006 dejé la funeraria para dedicarme solamente a la carpintería. Recuerdo que en aquella época decayeron los precios de forma muy grande y hubo que adaptarse.

-¿Cuántos relieves hizo?

-Los que hice estaba pensado para los muebles tallados que durante muchos años hicimos en la carpintería. Era un tipo parecido al que se hizo siempre en A Estrada. Por cierto, que este año fui a la feria del mueble a echar un vistazo y no encontré ningún mueble tallado en todos los puestos que visité. Había anticuarios, que son los únicos que mantienen vivo al mueble de siempre. Porque ahora eso no gusta, y tiene que ser para alguien especial y, también, por algo especial. Yo siempre he dicho que los muebles antiguos no son caros, si tenemos en cuenta el trabajo que tienen detrás. Lo que pasa es que todo eso se vino abajo con el paso de los años mientras la gente se tiró a lo barato y más práctico. En A Estrada vi esculturas baratísimas como un caballo muy bien hecho, pero que valía sólo 55 euros, que casi es el precio de la pieza de madera en la que estaba hecho.

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