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Jesús Taboada Barcala: "Costó mucho convencer a la gente para que el difunto fuera en coche fúnebre"

"Tengo juntado a más de treinta sacerdotes en varios entierros de Lalín, e incluso frailes de algún convento"

Jesús Taboada Barcala, ayer, delante de la funeraria que lleva su nombre. // Bernabé/Luismy

Es uno de los vecinos más conocidos de Lalín. Viste de manera impecable y, a pesar de su avanzada edad, mantiene una conversación fluida en la que afloran numerosos recuerdos. Jesús Taboada Barcala vive de manera tranquila su jubilación, aprovechando el tiempo en cultivar sus numerosas amistades, pero sin perder de vista la funeraria que regenta ahora su hijo.

-¿Qué recuerdos guarda de los inicios de su funeraria?

-Los seguros de defunción se dejaron de hacer en la Preventiva a finales de los 50, donde también trabajaba funeraria. Después me quedé yo con la delegación, que se la compré a una chica de Berres, que se quería marchar para Venezuela. Me dijo entonces que daba sólo para mi y se lo compré.

-¿Fue difícil asentarla en una localidad como Lalín?

-Cuando yo empecé había otra funeraria en Lalín, y entonces aún se hacían en las casas los velatorios. Al principio, debo reconocer que no fue un gran negocio. Los seguros de defunción eran muy baratos y no garantizábamos más que mil pesetas, que daban para el entierro porque no se llevaban flores, ni esquelas, ni nada más. La funeraria era rentable por entonces para Agustín, la funeraria que ya funcionaba cuando yo me establecí. Después compré un coche a Plácido Renda, un carrocero que había en la Avenida Buenos Aires, al que le hicimos una transformación pequeña porque no necesitó mucho. Y aún lo usaba como turismo cuando le sacaba las bandejas.

-¿Cuál fue la mejor época del negocio funerario en Lalín?

-Durante un tiempo compaginé la funeraria con la contabilidad que llevaba a empresas como la Cerámica de O Toxo o Florentino. Lo hacía cuando salía de la oficina, al atardecer. Lo fuerte mío fueron siempre los seguros sociales y los de defunción. Hubo una época que pienso que era mejor que la de ahora cuando yo estaba sólo en Lalín, y fue después de cerrar el señor Agustín. Los vecinos se ofrecían a hacer los trabajos de portear y casi siempre a vestir a los difuntos. Algunas veces incluso la gente colocaba la capilla ardiente antes de que yo se lo hiciera. Ahora somos tres en Lalín, y ya es otra cosa.

-¿Es buena la competencia?

-Siempre es bueno para trabajar en todo, porque así se evita que termines acomodándote.

-¿No le parece que hoy en día hay demasiada parafernalia y espectáculo en los entierros?

-No lo creo. En flores, sí, porque se gasta mucho más que antes. Ahora bajaron las coronas porque se hacen más centros. Hoy en día todo está mejor ornamentado, y las floristerías trabajan mucho mejor. De todas formas, no hay tanto espectáculo porque ahora hay pocos sacerdotes. Hay familias que sólo quieren uno oficiando, y otros cuatro como mucho. Yo tengo juntado a más de treinta curas en varios entierros de Lalín. A veces, incluso frailes de algún convento.

-¿Fue complicado implantar la costumbre de velar a los cadáveres en un tanatorio?

-La gente era reacia al principio. Yo tardé en ponerlo, y de hecho el primero fue el de Santa Lucía. Pero antes costó mucho convencerlos para que fuera el difunto en el coche fúnebre. Cuántas veces iba el coche delante y el cadáver a hombros detrás. Les parecía que era un menosprecio el no poder llevar ellos a hombros a su familiar. En Lalín había gente, por el contrario, que no quería portearlos, lo que nos obligó a tener que llevar gente para realizar esa tarea, algo habitual desde hace varios años.

-¿Cree que todavía habrá más cambios en el sector funerario?

-Yo creo que la incineración terminará por imponerse en todas partes . Hasta hace poco la Iglesia no la admitía, pero ahora está cada vez más implantada. En algún caso es mucho más cómodo que andar trasladando el cadáver para los que tienen panteón, y mucho más si no lo tienen. En las capitales ya se lleva haciendo desde hace mucho tiempo, y cada vez son más los que lo solicitan. En Galicia ya está muy extendido, sobre todo en ciudades como Pontevedra o Vigo. Creo recordar que en Lugo tardaron en tenerlo, pero ya está.

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