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Guillermo Leites Villamarín: "A las cosas antiguas, como le pasa a las personas, el tiempo es el que las hace serlo"

"La antigüedad es una cosa y lo viejo es otra; pero no es lo mismo un mueble de 50 años que otro de 100"

Guillermo Leites junto a varias antigüedades, en su tienda "El Cairo" de Silleda. // Bernabé/Javier Lalín

El nombre de su tienda de antigüedades evoca parajes exóticos y épocas en las que el glamour era una forma de vida. Guillermo Leites Villamarín es un ourensano que se ha establecido en Silleda al frente de "El Cairo", una almoneda de antigüedades donde se pueden encontrar todo tipo de enseres con solera. Leites recibe a FARO DE VIGO rodeado de una serie de cunas adquiridas en un orfanato de Oporto, a las que este especialista tiene pensado recuperar con nueva utilidad y otra estética.

-¿Cómo fue que terminó estableciéndose tan lejos de Monterrei?

-Me establecí en Silleda porque cuando empecé a trabajar en obra pública la empresa me exigía una zona de residencia entre Ourense y Pontevedra. Además, por entonces vivía con una chica de Lalín, con la que tuve una hija, y por no separarme de la niña decidí quedarme aquí, en Silleda. Ya llevo en Silleda unos 24 años seguidos. La tienda la tengo desde hace cuatro en la actual ubicación porque antes tenía otras dos, una en A Bandeira y otra en Santiago.

-¿Por qué eligió el nombre de la capital de Egipto para la tienda?

-Tengo un amigo que tenía una firma llamada Importaciones El Cairo, y le pedí permiso para utilizar el mismo nombre en mi tienda. Se lo puse, y aparte estuve allá una vez y me gustó mucho el sitio. Yo le compraba a ese hombres cosas porque él importaba entonces piezas de allí, donde hay una cultura en antigüedades impresionante. Ahora estoy trayendo cosas de la India, donde hay maravillas.

-¿Hace falta un ojo clínico para dedicarse a las antigüedades?

-Para todos los oficios tienes que tener un instinto, y en este caso, además, un gusto. Esto a mi es que me lleva la vida porque paso todo el rato en la tienda. Me gusta tanto que es muy difícil de dejarlo. Incluso estoy aquí, me voy a tomar unos vinos con los amigos, vuelvo otra vez, y me voy para casa y estoy moviendo las piezas, cambiándolas de un sitio para otro. Esto engancha mucho si te gusta, claro, como pasa con todas las cosas. Aparte de esto, es un trabajo que de verdad quisieran tenerlo muchos. Es un trabajo bonito, con el disfrutas, y aparte es cultura, y la mayoría de la clientela que viene por aquí es gente de un alto nivel.

-Porque coleccionar antigüedades no es barato, claro.

-No, no es barato. Aunque yo ahora estoy vendiendo a muy buen precio por el tema del mercado que, como en otros órdenes, también está muy mal. No me quejo de las ventas porque afortunadamente vendo mucho, pero el problema surge con los márgenes, que te obliga a vender muy barato para poder mover el material. Aunque antes me refería a que los clientes que tengo son personas de un alto nivel cultural, que saben lo que quieren.

-¿Existe el arquetipo del coleccionista de antigüedades?

-Yo tengo muy buenos clientes, a los que les mando muchas veces fotos de las piezas por el WhatsApp, que está tanto de moda, y siempre acuden porque son personas que me llevan comprando desde hace catorce o quince años.

-¿Cuánto hay de espíritu arqueológico en la persona que gusta de hacerse con piezas antiguas?

-Es cierto, porque hay también te encuentras con el típico cliente caprichoso que te demanda piezas raras, muchas veces difíciles de encontrar y conseguir. Como anticuario siempre te gusta eso de conseguir una pieza que nunca la tuve o que es rara de ver, y es muy bonito porque te alegra mucho y te llena haberlo conseguido. Personalmente, cada vez que doy con una pieza rara me hace mucha ilusión. Me gustaría quedarme con todo pero, desgraciadamente, no se puede.

-A propósito, ¿cuál fue la pieza más rara que pudo conseguir?

-Tuve conmigo piezas realmente muy buenas. Recuerdo el caso de una bañera muy antigua de cobre, algo de lo que se hico eco en su momento FARO DE VIGO, que procedía del balneario de O Carballiño. Se la compré a un señor muy mayorcito, que tenía con él varias cosas, y recuerdo que entonces el mercado estaba en auge, y llegó a pedirme, si no recuerdo mal, 700 euros por ella, que se los pagué. La pieza estaba muy bien cuidada. Además, para ser una bañera de aquella época, del finales del siglo XIX, ya llevaban elementos que vemos ahora en los modernos jacuzzi. La tenía preparada sobre una base, y funcionaba perfectamente. Yo la tuve en el escaparate durante un tiempo, y un día pasó un amigo arqueólogo de Lugo y se enamoró de ella, y se la vendí. Tenía un restaurante, donde la tuvo durante algún tiempo, según me contó. También tuve otras piezas muy buenas de mucho valor económico.

-¿Se tiene en cuenta, también, el valor sentimental de esas piezas cuando se hace usted con ellas?

-Es complicado. Cuando encuentro una pieza de esas buenas, yo la trato con cariño y con mucho mimo. Lo que sí me gusta, de entrada, es ofrecerla a gente muy entendida y que la pueda apreciar. Me gusta que este tipo de piezas acaban en una buena casa, donde saben apreciarlas. Aquí todo está a la venta, pero hay que reconocer que también pasa gente que viene y compra algo sin más porque le viene bien para algo en concreto, y no se plantean ninguna consideración de índole artístico.

-¿Antiguo y viejo son similares en este sector o no?

-No es lo mismo. Tenemos el nuevo, el usado, el vintage, el modernista, y un largo etcétera. La antigüedad es una cosa, y lo viejo es otra. A las cosas antiguas, como a las personas, el paso del tiempo es el que las hace serlo. Nosotros nos hacemos mayores, y a las antigüedades les pasa algo parecido. Lo que pasa es que no es lo mismo una pieza que tiene, por ejemplo, 50 años y otra que tenga 200. Yo valoro muchísimo el poder vender una pieza a alguien que la sepa apreciar. De hecho, el dueño de la última cama que vendí, y que también reflejó en sus páginas FARO DE VIGO, todavía me llamó hace un par de días para pedirme un recorte de la información. El hombre está muy agradecido, y es una persona muy entendida. La verdad es que me siento muy orgulloso cada vez que compruebo que pude vender una de esas piezas a personas que lo saben reconocer.

-¿Hay que estar muy alerta para no comprar gato por liebre, también, en las antigüedades?

-Ahora se están haciendo muchas reproducciones. El señor de la cama que antes te comentaba también me pidió dos camitas portuguesas antiguas de 90 con barrotes. Le mandé varias fotos con reproducciones nuevas actuales para que se diera cuenta. Lo que pasa es que, muchas veces, hay gente que las va a comprar y no lo sabe. En Inglaterra hacen cada vez más reproducciones de este tipo, aunque allí hay una gran cultura muy grande en antigüedades. También pasa algo parecido en Francia. Sin embargo, a mi el mueble portugués no me gusta demasiado.

-¿Llegará algún día en el que no sea tan caro comprar algo así?

-En estos momentos es muy asequible. Esto es como todo, cada cosa tiene un precio en el mercado y hay que adaptarse a las circunstancias de cada momento. Hace poco vendí unas piezas preciosas de la Bretaña francesa que me dio mucha pena venderlas tan baratas. Ahora es una buena época para invertir en antigüedades para la gente que tenga dinero y le guste.

-¿Se gasta o se invierte cuando compramos una pieza antigua?

-Desde luego, se invierte Sabes que eso que tienes contigo siempre valdrá un dinero. Yo doy calidad a precios de Ikea, con muebles incluso de un siglo de vida. Los tengo que vender baratos para poder adaptarme al mercado actual. Normalmente busco las piezas que estén en buen estado. Prefiero pagar un poco más porque la restauración te da mucho trabajo.

-¿Vende mucho en la comarca?

-Muchísimo. En Rodeiro ya amueblé unas ocho o diez casas, algo increíble. Tengo la costumbre de preguntarle a la gente de dónde es. La clientela más fuerte que tengo procede de Santiago y de Ourense. No me quejo porque la gente de esta comarca responde porque saben que vendo con una muy buena relación calidad-precio. Pienso seguir así hasta la jubilación, incluso por internet.

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