Rosa es sencilla y de pocas palabras. La mujer que está al frente de la taberna de Zobra habla despacio y con la sabiduría del que ha visto mucho en esta vida. Hostelera, ganadera, taxista e incluso integrante de una lista del Partido Popular como suplente. Esta señora trabajadora hace gala, también, de una proverbial retranca cuando se le pregunta por algunos aspectos de su trayectoria vital. Como no podía ser de otra forma, claro.

-Taberna, ganadería, taxi... ¿Sigue habiendo mucho trabajo?

-La verdad es que en casa siempre anduvimos a todo un poco. Sin embargo, ahora hay menos trabajo que antes porque no hay quién lo haga ni tampoco quién lo dé. Yo, personalmente, siempre me ocupaba un poco de todo.

-En aquella época no debía de ser muy habitual ver a una mujer taxista en el rural, ¿no?

-No mucho, la verdad. Yo lo heredé de mi padre, que fue el que empezó con el taxi. Recuerdo que tuvimos un Land Rover porque en esos años era el único tipo de coche que te servía para moverte por aquellas pistas de antes. Tuvimos que comprarlo porque cuando estaba todo embarrado era el único coche que podía utilizarse como taxi por esos caminos. Pienso que se tardaba casi el mismo tiempo que ahora en llegar a Lalín, lo que pasa es que se venía más despacio porque el camino era peor. El Land Rover estuvo bastante con nosotros, pero después lo cambiamos porque la carretera mejoró.

-¿Cuánto tiempo lleva abierta al público la taberna de Zobra?

-Es difícil saberlo, pero pienso que más de 50 años sí que puede tener ya la taberna. Yo la recuerdo de toda la vida. La clientela fue cambiando con el tiempo porque la gente mayor falleció y los jóvenes, la verdad, vienen menos que ellos. Antes, los mayores echaban mucho la partida, que era algo que hacían todo los días. Solían venir por las tardes y, también, algunas noches era normal ver como varias mesas se llenaban para jugar las típicas partidas de cartas. En aquellos años había mucha juventud, sobre todo, en los meses de agosto y diciembre. Eran dos épocas del año donde la gente que estaba emigrada volvía a la parroquia, y eso se notaba mucho en la taberna. A las tabernas de las aldeas del rural no les deberían cobrar ningún impuesto. Eso es lo que me parece a mí.

-Supongo que en todo este tiempo debió vivir muchas anécdotas, ¿recuerda alguna en especial?

-Lo tenemos pasado muy bien y, desde luego, sucedieron muchas cosas en todos estos años. Siempre fue una taberna donde nunca hubo problema de ningún tipo con nadie, afortunadamente. Recuerdo aquellos tiempos cuando se organizaban grandes comidas, con churrasco, chorizo o torreznos y en las que la gente se lo pasaba en grande. Y eso siempre sin nunca pasara nada malo con nadie, que es lo mejor en este tipo de negocios.

-¿Hubo más locales de este tipo en Zobra o fueron ustedes los únicos con taberna en el lugar?

-Recuerdo que hubo una en otro pueblo cercano, en Acevedo. Cerró hace tiempo, creo.

-Parece que no hay continuidad familiar en la de Zobra, ¿no?

-El hijo no quiere seguir, pero también es cierto de que tal y como está la cosa no me extraña. Debo reconocer que la taberna de Zobra, hoy en día, ya no da para vivir.

-¿Son conscientes los habitantes de Zobra de la enorme riqueza paisajística que atesoran?

-Lo que sí puedo decir es que en Zobra la gente siempre estuvo muy unida. De toda la vida nos llevamos muy bien entre todos. Recuerdo que antes había un telar muy famoso de una señora que todavía vive, pero ya no teje. Mucha gente conoció la zona porque iba a visitar ese telar, y se quedaban asombrados con el paisaje. Eso movió mucha gente, y nosotros lo notábamos porque estaba justo enfrente de la taberna. Ahora, con el senderismo se ve gente que está de paso. Además, sí que hay que reconocer que la parroquia no está tan contaminada como otras, allí es todo natural porque hay poca ganadería ya, y no hay ni purines ni nada parecido. Eso se algo que hay que valorar por todos.