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Manuel Prado Gabaldón: "Cuando empezamos con el Iryda, en Deza no había ni caminos ni traídas de aguas"

"Fue necesario que todos los técnicos fuéramos gallegos para poder entendernos con los vecinos de la zona"

Manuel Prado Gabaldón es un enamorado del campo y de la naturaleza dezanos. // Bernabé/Luismy

-¿Sigue dedicando parte de su tiempo libre a la radioafición?

-Uno nunca deja de ser radioaficionado. Hice amigos en todo el mundo, aunque ya hubo más radioaficionados de los que hay ahora por aquí. Las nuevas tecnologías le han hecho mucho daño a la radioafición. Hoy en día, acabas antes con una conferencia a través de Skype que con el método tradicional que se usa entre los radioaficionados. Cuando vivía en la calle A de alquiler tenía una estación y había un buen número de radioaficionados por toda la comarca. Siempre estábamos en comunicación tanto por onda corta como por UHF, hablábamos todos los días en unas rondas que ya teníamos establecidas.

-¿Hubo problemas técnicos que solventar para poder practicar la radioafición entonces?

-Había problemas con los radioaficionados de la costa de Pontevedra porque no les llegaba la señal, y se nos ocurrió a todos los de aquí montar un repetir, que aún funciona hoy en día, y que está en el Candán. Cubre toda Galicia, aunque tuvimos problemas cuando nos entraban los narcotraficantes con sus comunicaciones. También montamos los aerogeneradores e incluso las primeras placas solares que se vieron por la zona.

-¿Mantiene operativa la emisora para comunicarse? ¿Qué es lo que le gustaba de su afición?

-Sobre todo, hablar con la gente en diferentes partes del mundo. La radioafición tiene algo muy bueno, que deberían hacer los políticos actuales, y es que tú no puedes discutir con tu interlocutor. Tienes que ir tomando notas, y cuando te da el turno, puedes contestar. Recuerdo que cuando estábamos muchos en línea, hablabas una vez cada hora porque si no era imposible hacerlo. A veces, hacías de puente. Yo tengo hablado con Miami y con la Patagonia haciendo de puente entre dos compañeros gallegos. Terminé conociendo a muchos porque todos los años hacíamos en Vila de Cruces un cocido de confraternidad con gente de Galicia y de toda España.

El próximo día 25 de febrero los salones del Restaurante Agarimo de Lalín acogerán un cocido de confraternidad en honor con motivo de la jubilación del ingeniero agrónomo Manuel Prado Gabaldón, y la administrativa de la Oficina Agraria de Lalín, Isabel García García. Ambos recibirán el homenaje de compañeros y amigos después de toda una vida dedicada primero al extinto Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario, y más tarde a su equivalente en la Xunta de Galicia. Prado Gabaldón recuerda para FARO DE VIGO los comienzos de un organismo fundamental para el agro.

-¿Cuántos empezaron trabajando en la oficina del Iryda de Lalín?

-Cuando yo vine para Lalín éramos once empleados en la oficina comarcal de Lalín. Pero, claro, estaba todo sin hacer. Estando en Almería, me enteré de que abrían aquí la oficina, y como la que después fue mi mujer estudiaba Biología en Santiago, solicité rápidamente el traslado. Y como Lalín a nivel agrónomo es igual que Lugo, con ganadería extensiva y producción láctea, me pareció oportuno pedirlo porque era un reto ilusionante. Además, también conocía Lalín por la antigua sala Los Sauces, a donde íbamos a bailar cuando éramos jóvenes porque hubo un obispo en Lugo, Antonio Ona de Echave, que en aquella época prohibió poner salas de fiestas en Lugo capital.

-¿Qué panorama se encontró al llegar a Lalín?

-Recuerdo que antes de venir había hablado con el jefe provincial, que se quejaba de que no había técnicos gallegos aquí porque todavía no se había abierto la escuela de Lugo. Él me gestionó el traslado de Almería. Empezamos con dos técnicos de la zona, uno era Antonio Ramos, que después se pasó a la diputación y que había estudiado en Madrid, y otro era de Ventosa, que se llama Luis Pérez, que había estudiado en Barcelona. El resto era todo gente de fuera. En total, seis ingenieros, dos técnicos de desarrollo rural y tres auxiliares.

-¿Cómo recuerda los primeros años de trabajo en Lalín?

-Fue un trabajo muy ilusionante porque sabía que Deza era una zona muy productiva, pero donde no había ni caminos, ni infraestructuras, ni nada de nada. A mi no me gustaba todo lo relativo a Extensión Agraria, porque lo nuestro era realizar infraestructuras. Yo venía de Almería, donde hicimos innumerables pozos, sobre todo, en la zona de El Ejido. A mi eso, como hacer caminos también, era lo que más me gustaba de mi trabajo. Empezamos con lo habitual: Estudios previos, investigaciones e incluso datos sociológicos. Date cuenta de que te hablo de una época en la que no había ni caminos, ni traída de aguas en toda la comarca dezana.

-¿Qué fue lo primero que acometieron como oficina comarcal?

-Decidimos comenzar con una línea de trabajo para la infraestructura viaria con forma de tela de araña, que se puede ver en la carretera que va desde O Rodo a Brántega, por ejemplo. O en Rodeiro, en la carretera de Carboentes, o la de Vilatuxe a Bustelos, entre otras muchas. Lo que me encontré en Lalín no tenía nada que ver con lo de Almería, donde hacíamos lo que se llamaba colonización, con poblados y sus correspondientes pozos para, después, repartirle las fincas a los colonos. En Galicia se intentó hacer algo parecido en la Terra Chá, pero no cuajó.

-¿Cuál fue la principal dificultad que se encontraron a la hora de abordar ese trabajo en Deza?

-Es curioso, pero en Trasdeza se concentró antes que en Deza y cuando llegamos nosotros todas las infraestructuras estaban más adelantadas que aquí. Silleda siempre fue por delante que Lalín en la concentración parcelaria. La Cámara Agraria por aquella época no mostraba ningún interés en que esto fuera adelante en Deza. Incluso el alcalde de Lalín, Luis González Taboada, se mostró algo reticente cuando llegamos, pero cuando vio que éramos operativos cambió de opinión. En Lalín, además de caminos, hicimos una gran cantidad de puentes en los ríos Asneiro, en el Deza, en al Arnego y en todos los demás. También hicimos traídas de aguas a los lugares con depósitos de un metro cúbico para cada paisano. Incluso arreglamos los teleclubs.

-¿Contaron con la colaboración de los vecinos en todo ese tiempo?

-La gente colaboraba muchísimo, la verdad. Sin embargo, era necesario que fuéramos gallegos los técnicos para poder entendernos todos. Si tú les hacías un camino tenían que cederte el terreno, entonces había que utilizar diferentes tácticas para evitar suspicacias y, a veces, con triquiñuelas para poder convencerlos. Había que tener mucha mano izquierda, algo de lo que carecían los técnicos que venían de fuera a trabajar aquí.

-¿Piensa que la gente valoró la labor realizada en este asunto?

-La gente de las aldeas, aunque no lo manifestaban, sí lo valoraban porque veían que éramos nosotros, los del Iryda, los que hacíamos ese trabajo. De hecho, todavía hay calles dedicadas al instituto en diferentes municipios de la zona, como en A Bandeira, Agolada y en A Estrada. Recuerdo que en el 76 o 77 tuvimos que hacer un proyecto de electrificación en Lalín, en Os Porcallos, y me sorprendió que hubiera sitios sin luz por aquí. Los vecinos no la querían al principio, y menos mal que nosotros éramos gallegos porque si no hubiera pasado como en Laro, donde hubo problemas con su concentración parcelaria debido a que los técnicos eran de fuera.

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