Lleva más de 30 años viviendo en uno de los bloques de viviendas de la red estatal. Presume de ser el más veterano entre sus escasos vecinos de las casas de los camineros. Segundo Malvar, natural de Pontevedra trabajó durante años en esa ciudad como jefe de talleres y recuerda que llegó a Lalín con esa misma función, pero que aquí "me encargaba de toda la mecánica, era el único que estaba para eso, era el jefe y el peón", apunta entre risas y desde una de las ventanas de su vivienda.
Reconoce que las casas vacías podrían dedicarse a fines sociales "como tantas otras que hay vacías por ahí. Como éstas están las de los antiguos maestros o tantas en los cuarteles". No se queja del estado de los edificios, confiesa abiertamente que para él están bien, llevan estando bien los últimos 30 años.
