Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Marisol Soengas González: "Los científicos somos distintos; estamos acostumbrados a que las cosas no salgan"

"Yo estoy en el laboratorio, y trabajo mucho, porque quiero; no me considero ninguna adicta al trabajo"

Soengas, en 2010, como comendadora del Cocido. // Bernabé

Pertenece a la élite investigadora nacional e internacional y vive su trabajo con una pasión poco habitual. Nació en una pequeña aldea de Agolada, donde mamó el amor por el esfuerzo, algo que intenta transmitir a los numerosos discípulos que tiene en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) de la capital de España. María Soledad Soengas González vive en Madrid, pero nunca deja de lado sus raíces dezanas para viajar siempre que puede al lugar donde vino al mundo, y al que regresa siempre que sus obligaciones y sus innumerables viajes se lo permiten.

-¿Fue duro dejar Aldea do Monte para embarcarse en la aventura de convertirse en investigadora?

-Todo vino muy rodado. Hice la tesis en 2008 después de haber estudiado tres años en A Coruña y terminar la carrera en la Autónoma de Madrid. Como tenía un buen expediente entré en el grupo de la prestigiosa investigadora Margarita Salas, que fue algo que me ayudó mucho en lo que he hecho hasta ahora. De todas formas, nunca he dejado de viajar a mi tierra siempre que pude, tanto a la Aldea do Monte como a Fonfría, en Lugo, la patria de mis abuelos paternos. También procuro acercarme a A Coruña porque allí tengo muy buenos amigos. Incluso cuando estaba en los Estados Unidos, en 2003, visitaba todos esos sitios cada vez que regresaba.

-¿Se apunta a la moda de decir que es una ciudadana del mundo o lo del terruño tira mucho más?

-Yo creo que los científicos somos ciudadanos del mundo porque todos los laboratorios son muy internacionales. Nosotros no trabajamos aislados del mundo, más bien todo lo contrario porque solemos asistir a congresos tanto nacionales como internacionales. También te puedo decir que yo en mi grupo de trabajo tengo estudiantes de Turquía, Grecia, Alemania o Polonia, entre otros muchos países. También tengo que decir que me he encontrado con muchos gallegos a lo largo de mi vida profesional. Cuando estaba en A Coruña fue un gallego el que me habló del Centro de Biología Molecular de Madrid y después he coincidido con muchos de ellos.

-¿Los científicos ya han conseguido el reconocimiento pleno de la sociedad o todavía se les sigue viendo como gente especial?

-Es verdad que en las películas, por ejemplo, se nos suele representar en habitaciones oscuras y llenas de humo por todas partes, pero te puedo asegurar que no somos así ni mucho menos. Sí es cierto que quizás somos un poco distintos al resto de la gente porque estamos acostumbrados a que las cosas no nos salgan. Por eso ésta es una profesión muy vocacional y de ahí que seamos, también, menos conformistas que otros profesionales. Aquí se trabaja mucho y, generalmente, no está muy bien pagado, en contra de lo que muchas personas puedan pensar. Yo siempre le digo a los estudiantes que hay cosas más fáciles que hacer que lo que realizamos nosotros en el laboratorio. Un científico tiene que estar preparado para el fracaso y para volver a intentarlo de nuevo, por eso es tan complicada, a veces, esta hermosa profesión.

-O sea, que son ustedes perseverantes porque a la fuerza ahorcan en lo que a investigación se refiere, ¿no?

-Es que los avances que se consiguen en nuestro trabajo no ocurren de un día para otro. En general, desde que el concepto científico toma forma en el laboratorio hasta tener un fármaco en el mercado pueden pasar entre 8 y 10 años y son necesarios muchos análisis, burocracia y también mucha financiación. Nosotros, por ejemplo, hemos tenido resultados muy interesantes como las proteínas que distinguen lunares de melanomas malignos que son el resultado de muchas horas de trabajo. En su momento, cuando ya lo tienes, piensas que has cerrado las piezas de un puzzle. Yo hablo mucho con mi gente de todo esto, y coincidimos en señalar que nos produce una tremenda satisfacción el haber podido ayudado a alguien con nuestra labor. Personalmente, a mi también me enorgullece saber que, por ejemplo, un becario de nuestro grupo ya ha montado tres compañías desde que nos dejó. Ya digo que en este caso el orgullo es a título personal porque significa que lo que le has enseñado le ha servido de algo en su vida profesional.

-Habla de mucho trabajo y de viajar, también, mucho. ¿Le cuesta conciliar esa actividad frenética con su vida personal?

-Claro que es difícil de conciliar y por eso también somos distintos al resto de profesionales. Yo estoy en el laboratorio porque quiero y no por obligación, porque sería insoportable. La forma de desconectar es poder tener buenos amigos, como en mi caso. En cualquier caso, yo trabajo mucho porque quiero hacerlo. No me considero ninguna adicta al trabajo, simplemente me gusta mucho lo que hago y creo que se me nota a todos los niveles. Cuando las cosas funcionan y te permiten contarlo en charlas o congresos también estás haciendo vida social. Además, en mi caso particular coordino proyectos internacionales, algo que me resulta asimismo muy satisfactorio.

-Sin embargo, aunque sean ustedes distintos, sí que hay mucho científico con inquietudes culturales. ¿Es su caso?

-Hay muchos científicos a los que les gusta la música y que tocan algún instrumento, algo que a mi me hubiera apetecido mucho poder hacer. Esto te demuestra que los científicos somos creativos porque todos ellos compaginan sus conocimientos matemáticos con su gusto por la música. A mi se me nota que soy gallega en casa, por ejemplo, porque cocino pulpo cuando tengo invitados y bebemos vinos albariño y de O Ribeiro, que nos encantan. Nos gusta mucho ir en agosto a las fiestas de Agolada para poder estar con la familia. También hago mucha propaganda de Os Pendellos siempre que puedo porque me parece muy encomiable la tarea de recuperación que se está llevando a cabo en estos monumentos tan emblemáticos.

Compartir el artículo

stats