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Una pesadilla a vida o muerte con avispas y final feliz

José Míguez se recupera del feroz ataque que casi le asfixia tras dejarle inmóvil y ciego

José Míguez explica ante su esposa cómo intentó quitarse las avispas de la cara. // Bernabé / Javier Lalín

José María Míguez Cortizo se recupera en su casa de Pumares del feroz ataque de las innumerables avispas cuyo nido subterráneo movió el jueves sin saberlo, al cortar una retama en el monte de la parroquia estradense de Ribela. Salieron todas juntas, como en una nube, y le atacaron en cara, pecho, espalda y brazos. Defendían "su casa". Con sus manos se las retiró a puñados de la boca. Cree que habría más de mil. Quiso ir a pedir ayuda en el tractor pero tenía que girarlo y en un brevísimo espacio de tiempo, la inflamación ya le había dejado ciego. Tiró del estrangulador y se bajó del tractor para irse a pie. Pero también tenía ya dificultades de movilidad. Con gran esfuerzo, avanzó agarrado a la baldera del remolque. Al final, intentó avanzar a gatas. Pero no pudo. Se cayó y ya no logró levantarse. Inmóvil y sin voz, pensó: "José, te acabaste".

Pero se equivocó. La rápida y acertada actuación de su mujer, sus vecinos y los efectivos de emergencia obró el milagro y puso un final feliz a tan aterradora pesadilla. Con los ojos empañados por la emoción, José proclama a los cuatro vientos su más profundo agradecimiento "a todos" y sus mejores deseos de pronta recuperación para su médico de cabecera, Luis Meijide, que se lesionó cuando intentaba acceder a la difícil zona de monte en la que su mujer, Esther Rivas, le había encontrado poco antes tirado y muy grave.

Había salido a buscarle, preocupada porque tardaba casi hora y media más de lo previsto. Él había ido a limpiar un trozo de monte con una desbrozadora de mano. Le había dicho que volvería a las 13.00 horas. Pero más de una hora después todavía no había regresado. Así que se fue a buscarle. Cuando se aproximó al monte, le escamó no escuchar el tractor ni la desbrozadora. Le llamó pero, aunque él la oía, no lograba responderle y ella solo oía silencio. Así que subió por la empinada cuesta y lo que vio le partió el alma.

Su marido yacía tirado en el suelo. Estaba muy hinchado. Tenía los labios azulados y los brazos ennegrecidos. No se movía. Pensó que estaba muerto. Pero le sacudió y vio que aun movía algo los dedos. Le preguntó que le había sucedido. Y él, haciendo un último esfuerzo, aun hablando mal pudo desvelarle lo ocurrido. Le habían picado avispas y casi no podía respirar. Aterrada, Esther pensó rápidamente cómo podía ayudarle. Buscó en el bolsillo de la camisa de su marido pero no halló su móvil. "No tenía batería y lo había dejado en casa, cargando", explicaba ayer José. Así que, aunque le "dolió el corazón" dejarle solo en esas circunstancias, Esther se fue corriendo a "la casa de Ramón, la más próxima". "Tenía que pedir ayuda"., explica. "Susana llamó al 061", recuerda. El operativo de emergencia estaba en marcha. "Llegaron muy rápido", subrayan, agradecidos.

Para entonces, junto con Esther, Alberto -el hermano de la joven que dio la alerta- ya se había acercado con su todoterreno hasta donde estaba José. Le levantó la cabeza y le puso su chaqueta de almohada. También los demás vecinos se personaron en el punto para ayudarle. Con ramas le quitaban las moscas de la cara. Son de su "familia". José ya no podía hablar aunque no perdió el conocimiento en ningún momento. Lo oía todo. Cada vez le resultaba más difícil respirar. Sentía que se asfixiaba. Pero muy pronto llegaron el helicóptero H3 con base en Santiago; la ambulancia del 061 de A Estrada con equipo médico; Emerxencias de A Estrada; y una patrulla de la Guardia Civil de Tabeirós-Montes.

El equipo médico del helicóptero le puso un tratamiento de choque, una vía con suero y oxígeno, estabilizándolo La Benemérita trasladó la camilla en su todoterreno hasta el helicóptero, dada la difícil orografía del terreno en el que se encontraban.

José comenzaba a sentirse mejor. El tratamiento surtía efecto y su médico, aunque lesionado, le tranquilizó: "José, soy el doctor Meijide. No te preocupes. Estás en buenas manos. Te vas a poner bien".

Y así fue. Le trasladaron en helicóptero al Clínico. Ingresó en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y allí le atendió un personal "maravilloso", que le trató "muy bien" y no le dejaba solo ni un instante. "Tardé poco en volver a ver", explica. Allí estaba, muy pendiente, toda su familia.. A medianoche le pasaron a Críticos y desde las 10.00 horas del viernes le tuvieron en observación hasta el mediodía, momento en el que recibió el alta hospitalaria.

Desde que llegó a casa, no deja de recibir llamadas y visitas. Está muy agradecido. Su relato emociona. Escuchándole, su nieta Ainoa no podía ayer reprimir el llanto. Era José quien la consolaba con un cariñoso abrazo. Se sabe afortunado. El 19 de enero él y su mujer -que se casaron con 20 y 16 años respectivamente- cumplirán 49 años de casados. Son "muy felices". Gracias a la rapidez con la que fue asistido José el jueves, podrán seguir siéndolo. De momento, Esther le impondrá descanso. José está muy dolorido e hinchado. Se le notan las picaduras y aun tiembla algo. Cuando se recupere harán una fiesta para celebrar "en familia" el final feliz de esta pesadilla. Y también que caminan con paso firme hacia las bodas de oro.

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