Hace diez años que José González Picón tuvo que frenar su vertiginosa vida de empresario del sector de la construcción y tomarse la vida con más calma. Una operación de corazón le obligó a hacerlo. Supo entonces lo que era tener tiempo libre y también que es posible convertirlo en arte.
Algunos frutos de esa década de actividad artística autodidacta se exponen desde el 28 de agosto en el salón de actos del consistorio de Forcarei. Hoy esta colección -que puede visitarse de 8.30 a 14.00 horas-será visitada por alumnos de quinto y sexto curso del colegio Nosa Señora das Dores de Forcarei. Será el broche de oro y el punto final de la muestra.
Esta refleja el amor del forcaricense -natural de Portela de Millerada pero vecino de Vilar- por la tierra que le vio nacer. Su gusto por involucrarse en el día a día de Forcarei -hasta las elecciones de mayo fue concejal del equipo de gobierno y actualmente preside la Sociedade de Caza de Forcarei- se percibe también en su obra. Varias de las creaciones que expone reflejan parajes o monumentos emblemáticos del municipio. Es el caso del Mosteiro de Aciveiro (que pintó para la Asociación Terra de Acivros) o de A Ponte de Andón, que retrató al óleo y en acuarela respectivamente; del Pozo Verde de Grobas, la aldea perdida que conoce bien desde niño; de un paraje del río Lérez, que enlaza con su afición por la pesca; de la iglesia de Millerada o de la Torre de Alarma de Barciela (Castrelo) que ha reproducido en piedra.
La erigió "con mucha más paciencia y menos esfuerzo físico" del que le exigía otrora su actividad profesional. Pero con el mismo mimo del que hacía gala entonces. Esta creación evidencia la misma meticulosidad que refleja la casa rural gallega que José González Picón proyecta regalar al Concello. Construida con pequeñas porciones de piedra y madera, cuenta incluso con un pequeño carro, herramientas agrarias y pequeñas plantas. El artista buscará un tronco de madera vistoso para esculpir una urna que deje ver y a la vez proteja tan delicada creación.
El bagaje artístico de José es amplio y variado. A sus 49 años, al echar la vista atrás no puede evitar pensar que en esta última década ha dado rienda suelta a la pasión por el dibujo que ya tenía de niño. Aquellos cuidadosos dibujos que realizaba en su niñez con cera han dado paso ahora al óleo sobre lienzo, aunque también ocasionalmente también pinta con acuarela. Sus creaciones se nutren a menudo de sus recuerdos. Así, por ejemplo, uno de los retratos que expone estos días en Forcarei evoca la figura de su bisabuela y otro, el paisaje de un pueblo que conoció en Guipúzcoa.
Pero los últimos años también le han permitido trabajar el barro, soplar vidrio artesanalmente y tallar en madera. Suele hacerlo en piezas de castaño, que transforma en imágenes o escudos, principalmente. Su veta artística parece que tendrá continuidad en la familia. De hecho, en su exposición ha incluido un cuadro de su hijo Froilán. Si el padre retrata tres lobos aullando en "Oubeos", el hijo refleja una puesta de sol. Se nota que comparten pasión por el arte y la naturaleza.
