Lo primero que llama la atención de la sargento García son sus enormes ojos azules. La joven trasdezana se prodiga poco por su tierra debido a su empleo como suboficial en Las Palmas de Gran Canaria. De todas formas, Begoña García aprovecha cada permiso que tiene para acercarse por la casa familiar de Saídres donde le esperan sus padres y su orgulloso hermano, que siempre le animó en su deseo de convertirse en militar del ejército español. Sus numerosos amigos dezanos la recuerdan como una mujer afable y muy sociable, y siempre que saben de su presencia en Silleda no dudan en organizarle reuniones para, en torno a un vino y unos pinchos, mantener el vínculo entre todos ellos. La entrevista concedida por la suboficial de Trasdeza a FARO DE VIGO se ha realizado mediante un cuestionario previo siguiendo las normas vigentes en la Brigada de Infantería Ligera Canarias XVI, a la que está adscrito el batallón donde sirve Begoña García López.

-¿Cómo nació en usted la vocación militar?

-Desde los nueve años soy consciente de tener ya esa vocación. Mi hermano hizo el servicio militar y en su jura de bandera fui a verlo con mis padres; desde ese día, siempre que me hacían la pregunta de qué quieres ser de mayor respondía sin dudar que militar.

-¿Había tradición en su familia o es la primera de la saga en convertirse en soldado profesional?

-Mi bisabuelo fue militar, dos de sus bisnietos somos militares y otro está en la Guardia Civil.

-¿Cuál fue la reacción de su familia cuando se alistó?

-Mis padres no estaban de acuerdo con que iniciara mi andadura como militar, de hecho, creían que era una decisión muy precipitada y que cuando llegase la hora de marcharme a hacer la instrucción renunciaría y seguiría con mis estudios. La única persona que me apoyó en todo fue mi hermano. Una vez que me fui sé que mi madre lo pasó muy mal porque no es plato de buen gusto que, con 19 años, tu hija pequeña se aliste en el ejército, haya abandonado los estudios civiles y se vaya de casa.

-¿Por qué se decidió por el Ejército de Tierra?

-Era el que conocía por mi hermano y el que me llamaba más la atención de todos.

-¿Qué es lo que más te gusta de su profesión como militar?

-La versatilidad del trabajo diario, siempre hay cosas nuevas que aprender, no tienes todos los días la misma rutina, tienes tu hora de educación física y, además, tienes posibilidades de hacer cursos y ayudas para mejor los niveles de idiomas, en mi caso, el inglés. También tiene una parte de docencia que me atrae, ya que en muchos casos tienes que dar clases teóricas a distintos miembros del ejército.

-¿En qué consiste su trabajo dentro de la brigada?

-Mi especialidad dentro del Ejército de Tierra es ingeniero zapador. Ahora mismo estoy encuadrada dentro de la sección de apoyo mandando el pelotón de autos de la 2ª Compañía del Batallón de Zapadores XV de Las Palmas (BZAP XV). Soy la coordinadora y organizadora de los distintos servicios y apoyos de los vehículos de la compañía, realizo los trámites oportunos para el ingreso y recepción de los vehículos en los distintos talleres -en el ejército los llamamos escalones de mantenimiento-, soy la responsable de que los vehículos pasen las distintas revisiones e ITV y organizo y superviso las tareas de mantenimiento de los vehículos ligeros y pesados, remolques y aljibes para que estén en las mejores condiciones posibles para su uso cuando se nos ordena.

-¿En que influye su condición femenina a la hora de ser militar?

-Dentro del ejército eres un militar más. Es lo mismo que seas mujer u hombre tu trabajo diario es el mismo. No por ser mujer tu trabajo va a ser distinto al de un hombre. Uno de los inconvenientes que puede aparecer es a la hora de ser madre, ya que tu carrera profesional puede quedar algo condicionada a tu familia, pero creo que sucede tanto a nivel militar como en cualquier otro trabajo de la vida civil. Al final, debes evaluar tus prioridades entre tu carrera profesional y tu familia.

-¿Hay discriminación positiva dentro de la unidad o a todos los soldados se les trata por igual?

-Desde mi punto de vista, todos somos tratados por igual. De hecho, todos estamos obligados y hacemos los mismos ejercicios, pruebas de esfuerzo y pruebas físicas, aunque estas últimas, a la hora de puntuarlas, su baremo es distinto al de los hombres. También es cierto que las mujeres, físicamente, no somos iguales a ellos, por eso no veo mal que en ciertas pruebas físicas las puntuaciones sean diferentes entre hombres y mujeres, además de diferenciar por tramos de edad.

-¿Ha participado en misiones en el extranjero? ¿En cuáles?

-He estado dos veces en zona de operaciones, y las dos veces en Afganistán. La primera en el 2011 y la segunda en el 2013.

-¿Pasó miedo en Afganistán durante ambas misiones?

-No puedo decir que no pasase miedo, porque sí se pasa. Todos sabemos que muchos compañeros nuestros perdieron allí su vida y que las cosas en esos lugares no son fáciles y que también puede pasarte a ti, pero realmente no solo pasas miedo por ti, sino también por la gente que está bajo tu mando, personas que se han convertido en algo más que compañeros, es el miedo a que a ellos le pueda pasar algo el que sueles pasar.

-¿Le gustó la experiencia?

-Las dos misiones han sido una muy buena experiencia tanto a nivel profesional como en el plano personal. Aunque las dos fueron en el mismo sitio, entre ellas han sido muy distintas. En la primera iba mandando un pelotón de zapadores con capacidad EOR, cuya misión es el reconocimiento de las rutas; recorriendo los caminos en vanguardia para intentar localizar los posibles artefactos colocados (IED) por la insurgencia y también hacíamos trabajos de fortificación. En esta ocasión, profesionalmente, aprendí un montón dentro de mi especialidad; además, sabes que estás haciendo una labor muy importante, ayudando a salvar vidas. Personalmente, creas unos lazos muy fuertes con tu pelotón, porque con ellos allí en muchas ocasiones convives 24 horas, no sólo eres su jefe, allí son tu familia, tus amigos y tus compañeros, son tu gran apoyo y tú el de ellos.

A la segunda fui en una unidad logística, donde mi misión era la gestión y recepción de vehículos, armamento y transmisiones, preparando el material para su repatriación a España. En la materia logística yo no tenía muchos conocimientos y me sirvió muchísimo para aprender sobre algo totalmente desconocido para mi. A nivel personal, al estar recepcionando material, conoces a mucha gente y entablas amistad con ellos, gente que quizá antes sólo conocías de vista o ni conocías en esta misión. Realmente, hice muy buenas amistades.

-¿Qué recuerdo guarda de esas misiones tan lejos de casa?

-De la primera misión, el mejor recuerdo fue hacerme madrina por primera vez. Mi conductor decidió bautizarse allí y me pidió que yo fuese su madrina; se hizo una ceremonia religiosa dentro de la base y se bautizaron más soldados, y también recuerdo que hubo varias confirmaciones. El mejor recuerdo que guardo de la segunda misión, y creo que nunca voy a olvidar, son las clases de español que impartíamos una compañera y yo un día a la semana en el colegio de niñas del pueblo de QIN Qala I Naw, localidad afgana de la provincia de Bagdis. De todo ello te queda siempre un grato recuerdo porque, a parte de tu labor en la misión, puedes ayudar de otra manera a la población, sentir que estas aportando tu granito de arena para mejorar en la medida de tus posibilidades el futuro de esas niñas cuando se hagan mujeres.

-¿Piensa que el trabajo humanitario realizado por el ejército nacional fuera de las fronteras ayudó a mejorar la imagen de los militares y, también, a dar a conocer su trabajo a la sociedad?

-Desde mi punto de vista, simplemente, sí, aunque los militares preferimos que nuestro trabajo pase desapercibido. También hay que decir que, como a todo ser humano, nos gusta que este trabajo callado nos sea reconocido, aunque la íntima satisfacción del deber cumplido, como decimos habitualmente en el ejército, sea en la mayoría de los casos más que suficiente.

-¿Cuando marchó de casa siendo tan joven pensó en todo lo que dejaba atrás, como la familia o las amistades?

-Piensas bastante en ellos, en que estando tan lejos si a alguno les pasara algo como es el caso de una enfermedad o incluso un fallecimiento, no puedas estar a su lado o no llegar a tiempo para darles el último adiós y también no estar en los momentos importantes para ellos, por ejemplo, como en la primera misión, que me perdí la boda de uno de mis mejores amigos, pero son cosas que sabes que cuando te vas te puede pasar o te vas ya sabiendo que no estarás para esos momentos. Aunque también me imagino que tiene que ser mucho más difícil para una madre tener que irte de misión y estar tan lejos sin poder ver a tus hijos, como sucede en algunos casos. Si a mi me cuesta, no quiero imaginar lo que le puede costar a una madre y a un padre. No es fácil, no, desde luego estar ajena a todos esos sentimientos.

-¿Sintió nostalgia de los suyos estando en esas misiones?

-Sí claro, te acuerdas todos los días de ellos, no hay un solo día que no te acuerdes de tu familia y amigos y cuando estás tan lejos no sé por qué pero ese sentimiento se hace mucho más fuerte.

-¿Recuerda su mejor momento desde que ingresó en el ejército?

-La verdad es que dentro de mi vida militar tengo muy buenos momentos pero puedo nombrar dos que han sido muy especiales para mi. Uno de ellos fue el día de la entrega de mi despacho de sargento. Saber que después de un año de preparación para la oposición y dos años de academia consigues ya tu objetivo, que es el salir como suboficial del ejército español y que tu familia en un día tan especial esté a tu lado. Ese momento siempre lo recordaré con mucho cariño. Y el segundo mejor recuerdo fue a la vuelta de las dos misiones en Afganistán. Ser consciente de que al finalizar llegan a sus casas tu gente y tú, con la satisfacción del deber cumplido, y que a tu llegada te están esperando para recibirte tras largos y duros meses de trabajo las personas más importantes en tu vida, que son las que te quieren de verdad, es algo que se te queda muy grabado.

-¿Y el peor?

-La verdad que para mí un mal momento es siempre que cualquier soldado español muere en acto de servicio, sea aquí o en zona de operaciones, y más cuando tú has estado en esos destinos y en las mismas circunstancias y piensas que te podía pasar a ti o que podías ser tú. Pero hay un hecho que nunca voy a olvidar y siempre lo recordaré: En una salida en convoy en Afganistán una de los vehículos fue afectado por un artefacto improvisado, yo iba en vanguardia (delante) y a mi paso no vimos nada y tampoco lo accionamos para provocar su explosión, pero con el paso del tercer vehículo se activó. Son unos momentos muy difíciles porque desconoces si tus compañeros están bien o no. Aunque en esta ocasión no le pasó nada a nadie, sólo fueron daños materiales al vehículo. Luego te empiezas a preguntar que ha podido pasar, cómo no pudiste ver algún indicio de que ahí había algo enterrado y poder haber evitado que eso sucediese, aunque también sabes que es muy difícil localizarlos. Todo lo que envuelve a esa situación y el ruido de la explosión nunca se me va a olvidar.