A comienzos de 2012 la casa consistorial lalinense acogía el primer encuentro de expertos en municipalismo, que nacía con la pretensión de funcionar como un foro de debate sobre los escenarios cambiantes en la administración municipal. El alcalde, José Crespo, y el portavoz del gobierno local, Román Rodríguez, capitaneaban este proyecto no pensado en exclusiva para airear el debate sobre la conveniencia o no de las fusiones de concellos -de los que el alcalde es un férreo defensor- sino para analizar cambios en el ámbito competencial y otras cuestiones que, por formar parte de la administración local, repercuten directamente en el ciudadano.

Entonces no había fraguado la última fusión, que unió a las localidades coruñesas de Oza dos Ríos y Cesuras como administración única en medio de un cierto alboroto social, pero en aquella primera y única reunión hasta el momento sí se habló de la integración de ayuntamientos o la prestación de servicios conjuntos. Crespo puso en marcha este foro sobre municipalismo consciente de que, y así lo indicó él mismo en varias ocasiones, que estos procesos no serán voluntarios y solo saldrán adelante aquellos forzados por el Estado. Cuando en Italia se planea una importante reducción en su organización política en sus territorios, la fusión de conellos se mantiene aletargada en Galicia. Algunos expertos dudan de la eficacia de la integración de dos o más municipios, mientras que otros -en ocasiones el propio presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo- lo proponen como ajuste necesario en un escenario cambiante en el que la economía de los concellos apenas permite mantener sus servicios básicos. A la par, en el caso de la comarca dezana, se crearon otros experimentos como la Mancomunidade Terras de Deza. Lo que podría ser una propuesta interesante para la prestación de servicios comunitarios no es más que un organismo que emplea a un puñado de trabajadores -ni siquiera demasiados- y cuenta con un parque de maquinaria que dentro de poco habrá que renovar y que sirve para reparar baches. Poco más. Los concellos más grandes pueden permitirse, no sin mucho esfuerzo, contar con brigadas propias de obras. Los más pequeños debían ser los más beneficiados, pero curiosamente la entidad municipal de menor población: Dozón decidió abandonar el organismo supramunicipal hace años. Mas que cuestionarse la operatividad de la mancomunidad, lo que sí está en permanente debate es si sirve realmente para algo con un modelo que excluye otras medidas como la gestión de la basura y otras. En la coordinación de estos servicios entró con fuerza últimamente la Diputación, aupadas desde el Estado con competencias para, quizá, justificar su también cuestionada existencia.

Mientras tanto, los ayuntamientos, en vez de preocuparse por ofrecer servicios de calidad a sus ciudadanos, tienen deberes que atender como la pérdida de población constante, que seguirá cayendo en picado si los servicios no solo no mejoran sino que desaparecen. Algunos territorios dezanos están condenados a la desaparición y solo Lalín y Silleda pueden manejarse con cierta autonomía. La Unión Europea puso tiempo atrás la barrera de 5.000 habitantes para que los ayuntamientos fuesen sostenibles.