Benito Varela Jácome nació en Santa María de Soutolongo el 6 de marzo de 1919. Vivió los primeros años de su juventud en la aldea de Barcia, así lo cuenta en un artículo que escribió sobre su castro, en el que narra cómo pasaba las tardes leyendo, contemplando y disfrutando de la naturaleza y del canto de los pájaros. Cursó el bachillerato en Pontevedra y la carrera de Filosofía y Letras, en la rama de Geografía e Historia en la Universidad de Santiago; perteneció al Sindicato Español Universitario (SEU), desempeñando la jefatura del mismo en su Facultad; en 1956, se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense, con una tesis sobre las novelas de Emilia Pardo Bazán. Antes tuvo que pasar por dos experiencias muy diferentes: A los 16 años hizo un viaje a Argentina, con una estancia de casi un año, donde tenía unos parientes. A su regreso, participó en la Guerra Civil, como soldado en la batalla del Ebro. En 1943, recién licenciado empieza a dedicarse a la docencia, la crítica literaria y la investigación en historia literaria.

El primer trabajo como docente lo desempeña en el colegio Minerva de Santiago. En 1960 obtuvo por oposición la cátedra de Lengua y Literatura Española en el Instituto de Enseñanza Media en San Sebastián; ejerció la crítica literaria en diarios, emisoras de radio locales, dio conferencias, participó en tertulias y debates. Fruto de estas actividades fue, en 1962, el libro Novelistas del siglo XX, embrión de una de sus obras fundamentales, La renovación de la novela en el siglo XX, publicado en 1967.

Vuelto a Galicia, ejerció la docencia en el Instituto Masculino de A Coruña y en 1964 se trasladó al Arzobispo Gelmírez de Santiago y colaboró con la Universidad de Santiago, explicando la asignatura de Crítica Literaria y Literatura Hispanoamericana.

En 1977 opositó y obtuvo la plaza de profesor agregado de Literatura Hispanoamérica en la Universidad Complutense de Madrid y allí dirigió este departamento varios años. En 1980 regresó a la Universidad de Santiago y fue nombrado director del Departamento de Literatura Española, ocupando la Cátedra de Literatura Hispanoamericana, que desempeñó hasta su jubilación en 1989. Debido a su prestigio, fue nombrado Presidente Honorario de la Asociación española de Estudios Literarios Hispanoamericanos, desde su creación en 1992. Perteneció a la Real Academia Galega como miembro correspondiente. Desde finales de la década de los 40 colaboró con el Instituto Padre Sarmiento de Estudios Gallegos del CSIC, presidido por Sánchez Cantón. Fue nombrado catedrático emérito y en 1994, director de la Cátedra de Cultura Cubana Alejo Carpentier de la Universidad de Santiago. Ese mismo año la Xunta de Galicia le concedió la Medalla Castelao, en reconocimiento a su labor docente e investigadora. En 2002, el Concello de Lalín dio su nombre a la Biblioteca Municipal.

Fue miembro de varias instituciones españolas, americanas y europeas. Fue vicedecano del Colegio de Doctores y Licenciados de Galicia. En 1962, recibió el premio "Pérez Lugín". El Ministerio de Educación le concedió la Encomienda de la Orden de Alfonso X el Sabio, por su densa labor como crítico e investigador. Es también colegiado distinguido del Distrito de Santiago. Obtuvo varios premios literarios.

Una de sus actividades más importantes fue investigar y escribir sobre literatura. En cuanto a la hispanoamericana realizó varios estudios, escribió muchos artículos, notas y reseñas sobre diversos autores y textos de todas las épocas. Fue maestro de hispanistas. Su actividad docente e investigadora ha dado lugar a la publicación de libros y ediciones esenciales, como las del teatro de Juan Ruiz de Alarcón, de la poesía de Gertrudis Gómez de Avellaneda, del Facundo de Sarmiento, de María de Jorge Isaacs, de Aves sin nido de Clorinda Matto de Turner, de la prosa de José Martí. Como monografías son esenciales El cuento hispanoamericano contemporáneo (1976) y La novela hispanoamericana del siglo XIX, junto a otros trabajos menos extensos como Estructuras novelísticas de Lezama Lima (1977), Estructuras profundas en Pedro Paramo (1980), Función de los modelos culturales en la novelística de Sábato (1983) y otros trabajos sobre Julio Cortázar, Huidobro, Vallejo o García Márquez.

A esta producción americanista unió siempre una amplia dedicación a la literatura gallega, con estudios y ediciones esenciales sobre Rosalía de Castro, Castelao o Álvaro Cunqueiro. En su obra Singraduras da narrativa galega (1973) sigue la evolución del relato en gallego desde finales del siglo XIX hasta las últimas tendencias narrativas e incluye el estudio de dieciocho autores, con textos ilustrativos que abarcan desde Castelao a Neira Vilas. En 1950, aparece Historia de la literatura gallega, que comprende a los escritores gallegos que han tenido como medio de expresión el latín, el castellano y el gallego. Ramón María Aller Ulloa asistió a la presentación de esta obra. Publicó en 1953 la antología Poetas gallegos, que abarca toda la producción poética bilingüe desde la lírica primitiva hasta la actualidad. Es el principal responsable del descubrimiento y recuperación de la obra de Emilia Pardo Bazán, publicó un buen número de trabajos en diversas revistas y periódicos, sobre sus relaciones con Rosalía y Murguía. Escribe en el periódico compostelano La Noche que Pardo Bazán "se casó con el hidalgo don José Quiroga y Pérez de Deza, caballero de la Real Maestranza de Ronda, fina y entera estampa de señor, de cuyo matrimonio nació don Jaime Quiroga y Pardo Bazán, segundo conde de la Torre de Cela, caballero del habito de Santiago y de la Real Maestranza de Ronda". José Quiroga tenía raíces dezana, ya que su familia poseía un pazo en Quintela (Catasós), adonde venía a pasar las vacaciones de verano.

Tuvo una amplia dedicación a la literatura española, estudios y ediciones sobre Espronceda, Larra, Clarín, Galdós, Valera, Valle Inclán, Pío Baroja, etc. La crítica, la didáctica y la teoría literaria tuvieron también importantes contribuciones en Nuevas técnicas del análisis de textos (1981) y Análisis estructural de novela, poesía y teatro (1985). En un libro como Estructuras novelísticas del siglo XIX (1973) abordó la reflexión sobre modelos europeos.

Como articulista y crítico literario su firma aparece al pie de numerosos artículos y reseñas periodísticas en diversos periódicos, entre otros, en Faro de Vigo, y, especialmente, en La Noche, como el único artículo en que habla de su querida tierra de Deza, el 18-9-1957, dedicado al Castro de San Esteban de Barcia: "Era un estallido de verdes, un hervidero de cantos de pájaros, un mensaje pleno de vida". Bajo los robles y castaños que poblaban el castro, pasó muchas horas en los veranos, leyendo a los primeros poetas, Juan Ramón y Antonio Machado, y disfrutando de la rumorosa naturaleza: "Era un castro misterioso".

En el boletín del Instituto Padre Sarmiento, Cuadernos de Estudios Gallegos, publicó sus primeras investigaciones, estudios de crítica y estilística, que son notables artículos. Pronunció un gran número de conferencias, sobre diversos temas relacionados con la literatura. A lo largo de su vida consiguió reunir un importante fondo bibliográfico sobre la novelística hispanoamericana del siglo XIX, así como un número destacado de ensayos, ediciones críticas y estudios. Lo cedió todo a la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante para su digitalización porque decía que era "una buena forma de conservar este patrimonio". Creó en Santiago una biblioteca médica con fondos muy difíciles de encontrar.

Falleció en Santiago el 22 de octubre de 2010, a los 91 años de edad. El funeral se celebró en la Iglesia de San Fernando y su sepelio tuvo lugar en el cementerio de Boisaca. Humanamente, era una persona "enorme" y que dedicó toda su vida a la docencia que ejerció "con rigor y ternura", desde la Universidad de Santiago hasta la Complutense de Madrid. Era una persona humilde, cuando lo homenajeaban siempre decía: "No creo que merezca tantos honores". Siempre andaba de prisa, porque era un hombre de muchas preocupaciones, únicamente aparentaba quietud y serenidad cuando, en compañía de Borobó y Aquilino Iglesias Alvariño, entre otros, daban cuenta, en los mediodías compostelanos, de algún plato de sardinas asadas, en un bar de Entremurallas, mientras conversaban sobre diversos temas de la cultura, en aquel inolvidable ateneo.