Afirma que en los últimos tiempos y debido a problemas de salud se dedica más a componer poemas que a sacar fotografías, así que Ángel Utrera no descarta publicar en breve sus inquietudes literarias que, por otra parte, ya afloraron en su blog La Torre de los Sueños Esmeralda. Pero nunca podrá aparcar su cámara. Ni se olvida de la primera que tuvo, a los 12 años. "Era una Kodak Instamatic, un aparato con envoltura de plástico, que sacaba fotos en blanco y negro y utilizaba carrete", recuerda. No conserva esta primera cámara, pero sí la segunda, una Yashica que había pertenecido a su padre.

Recuerda, también, cuáles fueron sus primeras fotos. "Recorrí la Alhambra y su entorno fotografiando los mantones de Manila, colgados en los balcones". Por hacer memoria, hasta recuerda una fotografía que hizo en Nueva York "a un hombre que parecía estar tremendamente feliz". E, igual que quiere captar el estado de ánimo de los que pasan ante su objetivo, Utrera insiste en que "yo no soy profesional de nada, simplemente busco ese instante preciso y dejo que en ese retrato salga mi estado de ánimo".

Y, tan imbuido está ahora de la lírica este amante de la música, la arquitectura y el deporte agoladenses, que si el título de la exposición es un tributo a Álvaro Cunqueiro, uno de los poemas que acompañan a las fotos hace referencia a un río que, como si tuviese voluntad propia, decide cambiar su curso y no morir en el mar, sino simplemente volver a sus raíces. Pero, como decía otro gran literato, el poeta Jorge Manrique, "Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir".