La fórmula de la eterna juventud la tiene Concepción Pichel Sampayo, quizás, sin saberlo: Su eterna sonrisa. Esta lalinense de nacimiento afincada en tierras de Silleda desde que se casó cumplió ayer 104 años, convirtiéndose en la abuela de Trasdeza. La alcaldesa, Paula Fernández, la visitó en su casa de Mazarelos, en la parroquia de Vilar para felicitarla personalmente y agasajarla con un ramo de flores como seña del cariño de todo el municipio. Acudió acompañada de una técnico del departamento de Servizos Sociais y de Pili Peón, presidenta de Avanza Trasdeza, que comprobaron, una vez más, el buen humor que caracteriza a esta incombustible compatriota.

A sus 104 primaveras, sigue atendiendo las labores domésticas y dando de comer a sus gallinas. Pasa la escoba, hace las camas y es la encargada de cocinar para ella y Magín García, su hijo soltero, con quien vive. Tiene siete hijos, fruto de su matrimonio con Rogelio García Sampayo, nativo de Vilar, a donde se desplazó desde su lugar natal de Soutullo, en Lalín, tras contraer matrimonio. La casa en la que ahora la visitan sus doce nietos y más de una docena de biznietos.

Concha, como la conocen sus allegados, conserva una salud admirable, aunque hecha de menos algún que otro capricho restringido por prescripción facultativa: "Tomar de vez en cuando un vaso de vino, porque los médicos me dicen que no debo, pero veo a los demás tomarlo, y ¿por qué voy a ser menos?, admite entre risas. Transmite alegría y vitalidad, mucha más de la que se esperaría a su edad. De hecho, casi a diario, si el tiempo se lo permite, da un paseo por los alrededores de su casa. Es la oportunidad que tiene para charlar con su vecinos –conserva un envidiable oído y vista–, aprovechar para hacer un poco de ejercicio y descansar de las tareas domésticas.

Fiel a su optimismo, cuando se le pregunta por el secreto de su longevidad encoge los hombros y comenta: "Será del aire, o del agua" y, mirando al cielo, bromea: "Se olvidaron e mí".