Se trata de un crooner impúdico que suele darlo todo encima del escenario. Su repertorio no le hace ascos a nada, por eso es fácil verlo interpretar con la misma pasión temas de, entre otros, Raphael, Marvin Gaye, Vicente Fernández o Nino Bravo. Tiene un fondo de armario como pocos en el panorama musical nacional pero a Tony Lomba, o Germán Fandiño que es como le conocen en casa, lo que le gusta de verdad es pasear a su perra a las cinco de la mañana por la playa de Canido, en su Vigo natal, donde reside con su pareja y dos hijos que lo tienen encandilado. Esta noche, a partir de las 22.30 horas, Tony Lomba se volverá enfundar el smoking para dejarse la garganta sobre las tablas del Barriga Verde Café de Lalín con su espectáculo Tony Lomba y su atril. Por sólo 6 euros, los presentes podrán comprobar que el estilo y la elegancia nunca están reñidos con el descaro.

-Tiene fama de cambiarse más veces sobre el escenario que una vedette de revista. ¿De dónde le viene ese gusto por el cambio de vestuario?

-En el concierto de Lalín no pienso cambiarme tan a menudo como en otros shows porque no es muy operativo. Sí te puedo decir que con mi próxima aventura musical, Ven a bailar con Tony Lomba, saco seis vestimentas distintas. Me tengo que cambiar en poco más de tres minutos y pasar del típico mono con cristales de Swaroski que me hizo una buena amiga a ponerme como el camarero de Vacaciones en el Mar con una torerita que me trajo la suegra de un crucero en el que estuvo y que, precisamente, se lo compró a uno de los camareros que la atendieron en el viaje.

-¿Cómo se consigue realizar ese cambio de look tan vertiginoso sin tropezar o dejarse algo atrás por despiste?

-Hice la mili en la Infantería de Marina, donde estuve de escolta del Almirante Jefe de la Armada porque, como era un tipo alto, di la talla para meterme a poli naval. Allí te hacían el baile de disfraces y tenías que cambiarte a toda pastilla en función de las órdenes que te daban. Allí, en el servicio militar, fue donde aprendí a disfrazarme.

-¿Qué nos ofrecerá esta noche en Lalín?

-Es un rollo distinto a lo que hacía con Elio dos Santos. Se trata de un espectáculo con música pregrabada y un repertorio muy variado que va del soul a la música ligera italiana. Es jodido porque cambias constantemente de registro. Por eso no puedo actuar dos días seguidos. Machaco tanco la voz en los conciertos que al día siguiente no puedo salir a un escenario.

-¿Se sigue entregando tanto en escena como cuando empezó con Unión Penosa o junto a dos Santos?

-Es que ya tengo 44 tacos y no es lo mismo. Sí me gusta hacer pequeños speeches, que no monólogos, con mucha coña entre canción y canción. Por ejemplo, ahora se me da por meterme con esos dedales que venden como souvenir en el Vaticano con el careto de Ratzinger y lo que pensarías si tu abuela lo utilizase para buscar su punto G. Es una de mis burradas habituales en los conciertos pero ahora me contengo más que antes.

-¿Se puede vivir siendo un crooner deslenguado y provocador o hay que buscarse la vida fuera de la butanga?

-Esto está muy mal. Tengo proyectos empresariales paralelos porque las castañas tienen que entrar en casa. Tengo uno de siete y otra de cuatro que me tienen chuleado. Soy un padre muy padre, lo reconozco. Ahora es muy jodido, por ejemplo, tener que dormir fuera porque, si te soy sincero, el golferío me la refanfinfla. No me seduce para nada echarme a la calle con el punto hooligan que tienen los chavales de ahora. Yo soy más de cogerme las castañas con los amigos en la sobremesa.

-¿Le quedan muchos bolos por delante?

-Con lo de Ven a bailar con Tony Lomba estaré en el Playmobil de Vigo dentro de poco. Antes iré a Boiro, y en A Estrada iré con los de Rock & Clown con un montaje muy bailón.