La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha finalizado sin éxito las labores de búsqueda de los restos mortales de once represaliados del franquismo –entre ellos, seis vecinos de Lalín– en el cementerio parroquial de Tenorio, en el municipio pontevedrés de Cotobade. La asociación sociocultural Manuel Ferreiro y el historiador Manuel Igrexas, ambos de Lalín y principales promotores de la búsqueda, solicitarán ahora, en colaboración con los familiares, la colocación de una placa con los nombres de las once víctimas en homenaje a su memoria, tras no poder recuperar sus restos.

A tenor de las informaciones recopiladas por Manuel Igrexas y testigos orales de los propios familiares, en aquel lugar fueron enterrados los restos de seis vecinos de Lalín y cinco de Arbo, asesinados por un grupo de falangistas en la madrugada del 9 de noviembre de 1936. Los once fueron sacados el día anterior por la noche de la cárcel de la isla de San Simón con el pretexto de un traslado a la penitenciaría de Ponte Caldelas. Jamás llegarían a ese destino, sino que fueron "paseados" en A Volta do Couto, municipio de Cotobade. La lista la componían: Luis Frade Pazos, José López Bermúdez, Ramiro Granja González, José Montouto Rodríguez, Eliseo Garra Lalín y Luis Varela Sobrado, todos ellos vecinos de Lalín, además de Telmo Rodríguez Alonso, Juan Alonso Pérez, José Gómez Sampayo, Antonio Picallo Buela y Alfonso Alonso Portugués, vecinos del ayuntamiento de Arbo.

Los testimonios orales recogidos por investigadores y familiares indican que los verdugos obligaron a aldeanos de la zona a preparar un carro con paja para transportar sus cuerpos inertes hasta el camposanto de San Pedro de Tenorio, en donde serían sepultados en una fosa común, cubiertos únicamente con una sábana, en las primeras horas de la mañana del mismo día.

Sin embargo, las prospecciones llevadas a cabo en el interior del camposanto el pasado fin de semana permitieron comprobar que el lugar señalado por numerosos testimonios había sido alterado hace cuatro décadas, durante los cometidos de construcción de varios nichos pegados al muro lindero al monasterio. Según todos los indicios, los restos de las víctimas fueron depositados en el osario común del cementerio.

Al realizar la ampliación del cementerio, en la década de 1950, aparecieron huesos de unas doscientas personas, que fueron colocados en el mismo osario. La acumulación de restos de tantas personas distintas hace ahora imposible la identificación fiable de los mismos. "Sería de locos –corrobora Manuel Igrexas–. Están os ósos deles e de douscentos cadáveres máis, e foron remexidos e mesturados". El historiador lalinense comprende la reacción humana de impotencia que sienten los familiares de las víctimas, pero considera que el proceder de la ARMH ha sido el correcto. Sabe que si, "coa experiencia que eles teñen", han desistido de seguir con la búsqueda es porque "é materialmente imposible".

En vista de la situación, Igrexas considera que lo mejor que puede hacerse es tributar un homenaje perpetuo a los once represaliados. Para ello, cabrían dos opciones: O bien colocar una placa en el propio cementerio con sus nombres o bien, puesto que no hay una tumba concreta reconocida como tal, levantar un pequeño monolito en la curva de O Couto, en donde fueron asesinados. De hecho, se inclina más por esta opción, sobre todo porque en el lugar hay un tramo de carretera vieja propicio para la actuación.