Pasaban diez minutos de la una de la tarde cuando Camilo González Bodaño asomaba por la puerta del salón de plenos del Concello de Lalín. Con su habitual porte adusto, truncado por una emoción apenas contenida, y ataviado con un traje oscuro de corte clásico, el veterano concejal se colocó tras la mesa desde la que tantas veces ha presidido los debates de la corporación municipal. Desde hacía unos minutos decenas de personas -entre las que se hallaba su hijo Lito y su nuera- se habían ido agolpando en los accesos consistoriales para brindarle un homenaje. Ayer todas las miradas descansaban en él, un hombre poco proclive a la luz y los taquígrafos, que siempre ha preferido el trabajo “en silencio, sin estridencias”, quizás para evitar “polémicas”, como ayer le decía su jefe, el alcalde José Crespo Iglesias. Un político de segunda fila, la eterna mano derecha que, tras treinta años en el cargo, sigue manteniendo distancias con la clase a la que irremediablemente pertenece. Es frecuente oírle expresiones como “iso é cousa dos políticos”.

Camilo González Bodaño recibió ayer un homenaje del Concello de Lalín por su labor como concejal en todos los gobiernos locales de la democracia. El tributo consistió en un acto oficial en el consistorio y una comida de confraternidad en el restaurante Casa Pablo, de Agoleta, en los que participaron más de 300 personas. Entre los asistentes se encontraba el futuro conselleiro Agustín Hernández, cuyo nombramiento trascendió casi a la par que se iniciaba el acto, lo que le acarreó numerosas felicitaciones. Crespo quiso dejar claro que estaba allí en calidad de “amigo” del homenajeado: “Eu coñecín a Camilo antes que a Lalín”, le dijo el diputado electo al alcalde cuando éste le informó del tributo. También estuvieron el presidente de la Diputación, Rafael Louzán; los alcaldes de Vila de Cruces y Agolada, Jesús Otero y Ramiro Varela; o el presidente del Centro de Lalín en Buenos Aires, Marcial Sánchez, quien invitó al homenajeado a visitar el país austral. Se notó la ausencia de representantes de PSOE y BNG, a excepción del ex concejal socialista Cristóbal Fernández.

El único edil dezano que continúa en activo desde 1979 podría seguir batiendo records de aceptar el ofrecimiento del alcalde de repetir en su candidatura. “Segues sendo unha persoa moi válida. Mentres traballes así e teñas ilusión, terás cabida no meu equipo”, le dijo. “Oxalá Lalín tivera moitos concelleiros coma ti”, sentenció. A su llegada, José Crespo le percibía como “un dos grandes da política local”, junto a Saturno Valdés. Hoy resalta su “lealdade”, tanto en los 11 años de José Cuiña como en los 19 suyos. Le definió como “pacífico, conciliador, leal e traballador, sempre ao pé do canón, un home todoterreo, de 24 horas ao día, que nunca lle regateu nada de esforzo persoal a este pobo”.

El curtido edil aguantó con los ojos llenos de emoción el discurso de su jefe, que le deseó “outros trinta anos e nós que o vexamos”. A continuación, González firmó en el libro de oro municipal y recibió distintos agasajos: Una placa del Concello de Vila de Cruces, la medalla de Lalín, un diploma de la alcaldía, una placa de su concello y una metopa de la Diputación. Ya en el ágape, sería obsequiado también por parte del alcalde de Agolada, de sus compañeros de corporación -entre ellos, el diputado Román Rodríguez- y de su equipo municipal de obras, que le dio uno de los presentes más originales y celebrados, una retroexcavadora de juguete.

Recuerdo para su esposa

Tras los agasajos, le tocó el turno de hablar. Habitualmente parco en palabras, ayer quiso desquitarse: “En trinta anos nunca falei, así que hoxe vou falar un pouco”, dijo antes de iniciar su sobria alocución. Confesó ser “máis de acción que de palabra”, al agradecer un homenaje “do que non son merecedor”. No obstante, declaró recibirlo con “orgullo, satisfacción e aprezo porque sei que abrolla dos vosos corazóns”. Tuvo recuerdos para sus compañeros de la primera corporación y para todos aquellos que participaron en la aventura democrática sin alcanzar el éxito en las urnas. A ellos se refirió como “unha xeneración que, sen medo ao sacrificio, abriu os portelos da vida democrática aos veciños”. Agradeció especialmente la “confianza” de los dos alcaldes que tuvo Lalín en estas tres décadas. Y, sobre todo, dedicó el homenaje a su fallecida esposa, Pierina, “alma e motor dos meus impulsos naqueles incertos días”.

González Bodaño confesó mirar “con orgullo e satisfacción a obra que nos tocou facer”. Aludió así al “gran progreso” experimentado por su pueblo durante los treinta años de democracia y atribuyó “o gran mérito” de ese desarrollo al “impulso deste pobo que tanto queremos e do que tan xustamente nos sentimos orgullosos”. A su juicio, el futuro de Lalín pasa por “saber aproveitar o espíritu deses treinta anos”. Por último, se mostró “disposto a seguir traballando” por su pueblo “co mesmo espíritu e dedicación”, desde dentro o fuera de la corporación local. El auditorio le premió con una ovación.

A continuación, tomó la palabra el presidente provincial. Rafael Louzán le ensalzó como una persona “leal, noble e capaz”. Subrayó su especial vinculación con Carlos Barros, encargado del parque de maquinaria en norte provincial: “Os dous traballaron moito por este pobo, e a nobleza de Camilo fixo que houbera un entendemento perfecto”. “Necesitamos máis persoas coma Camilo”, proclamó el también presidente del PP pontevedrés. Sus últimas palabras fueron para destacar el “binomio perfecto” que, a su entender, forma González con su jefe Crespo, cuya trayectoria también loó.

La interpretación del himno gallego a cargo del gaitero Plácido Rozas dio paso a una sesión de fotos que concluyó con una instantánea de familia en la plaza consistorial. El veterano edil recibió entonces las felicitaciones de compañeros, amigos, empresarios y vecinos que le arroparon durante los actos.