Las rías gallegas están viviendo un año atípico en lo que a presencia de biotoxinas se refiere, con episodios como el registrado en febrero -el más madrugador de la historia- y a finales de verano. El mes pasado el aumento de células fue tal que obligó a cerrar la práctica totalidad de las bateas, interrumpiendo así las campañas de fresco e industria, la primera con especial incidencia entre los clientes italianos del mejillón gallego y la segunda, tendente a abastecer al conjunto de cocederos y conserveras.
Esas campañas alcanzan cada año su momento de máximo apogeo a partir de septiembre u octubre, de ahí que los cierres supongan en este momento un trastorno para el sector mitilicultor.
Su esperanza es que pueda superarse pronto el actual episodio, de ahí que se aferre a las últimas autorizaciones dictadas por el Instituto Tecnológico para el Control del Medio Marino de Galicia (Intecmar), donde el viernes se permitió la reapertura de los polígonos Redondela D, Redondela B y Redondela E, en la ría de Vigo, y del Grove A, en la de Arousa.
Al día siguiente, aunque sin llegar a hacerse efectiva la apertura -quizás sea hoy-, se conocía otra buena noticia, como era la obtención de los primeros resultados negativos en las analíticas correspondientes a los polígonos también arousanos Pobra G y Pobra E2.
Ni que decir tiene que el sector necesita que se mantenga y acelere esta tendencia, para así poder retomar la actividad y satisfacer a sus clientes. Algo que no puede garantizar ahora, cuando solo hay ocho polígonos abiertos: cuatro en Arousa y cuatro en Vigo.
Son 42, por tanto, los que continúan cerrados a la extracción, 19 de ellos localizados en la ría arousana, 8 en la viguesa, los 4 de Muros-Noia, los 8 de Pontevedra, el de Baiona y los dos existentes en la de Ares-Betanzos.