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Un museo que busca su sitio en Vilagarcía

El Real Club de Regatas Galicia quiere reverdecer viejos laureles como punto de encuentro social

Un museo que busca su sitio en Vilagarcía

En 1902 veía la luz el Real Club de Regatas Galicia de Villagarcía de Arosa. Su primer presidente fue el abuelo del aclamado literato Camilo José Cela, John Trulock, que también presidía entonces la Compañía del Ferrocarril, que hizo posible la línea entre Carril y Cormes (Santiago de Compostela).

Uno de los cofundadores fue Reginald Cameron Walker, un diplomático británico casado en Vilagarcía que vivió en el pazo de Vista Alegre y promovió el cementerio inglés, además de ser uno de los grandes valedores del Consulado británico en O Salnés, situado primero en la playa de A Concha y, más tarde, en Carril.

Solo esto puede dar una idea de la importante historia que encierra el Club de Regatas de Vilagarcía, al que en 1905 Alfonso XIII concedía el título de "Real" por ser "el decano de Galicia y uno de los clubes más antiguos de Europa".

Nació la entidad para organizar competiciones de alto nivel y ofrecer un lugar de ocio y entretenimiento tanto a los vilagarcianos como a los veraneantes. Y así surgieron iniciativas como la Semana Náutica de Villagarcía, creada en 1913 y considerada la más antigua de España.

Al lado del mar

Por su sede ubicada en la avenida da Mariña, antiguamente pegada al mar pero distanciada del mismo por los rellenos que ahora ocupan el Auditorio, Mexillón de Galicia o la TIR, pasaron infinidad de vecinos y turistas, pero también deportistas, políticos, miembros de la realeza, escritores y empresarios, algunos de ellos de renombre mundial.

Muy lejos quedan ya aquellas primeras regatas que ofrecían premios en metálico que para la época eran casi desorbitados y que alcazaban hasta las mil pesetas de las de antes.

Como también ha pasado mucho tiempo -más de un siglo- desde aquellas primeras reuniones sociales y las intensas partidas de cartas en las mesas habilitadas al efecto en el salón de juegos-cafetería del ahora viejo inmueble.

También se conservan sillones, muebles, espejos, cuadros, fotografías -muchas con interesantes dedicatorias manuscritas-, lámparas y todo tipo de elementos que permiten a quien visita el club hacer un viaje al pasado.

Al igual que sucede con los trofeos y demás objetos pertenecientes a muchas de las regatas llevadas a cabo. Entre ellas, está la promovida para homenajear al almirante Rodríguez Toubes y la que fue Copa Alfonso XIII desde 1912.

Es, en definitiva, un museo que vale la pena visitar y que puede contribuir a reforzar la oferta cultural y turística de la localidad vilagarciana.

Eso es lo que pretenden conseguir en el Real Club de Regatas, donde abren su sede al conjunto de la sociedad, para que, al igual que hacen los socios, todos los ciudadanos puedan disfrutar observando las instalaciones, o bien relajarse mientras conversan en cómodos sofás o utilizan el servicio de bar cafetería.

Fiestas privadas

Incluso se les brinda la posibilidad de organizar fiestas privadas o cualquier tipo de reunión social como una llevada a cabo el pasado fin de semana en la que se dieron cita conocidos vilagarcianos relacionados con el mundo de la cultura, la empresa, el comercio y la política.

Una celebración con catering -a cargo del restaurante La Baldosa- que volvió a llenar -de gente, diversión y alegría- los salones de un club legendario que rememoraba así sus nostálgicos tiempos de esplendor. Una entidad sociocultural que ahora lucha por resurgir y que anima a los vilagarcianos a integrarse en la misma para hacerlo posible.

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