Maite Martínez es optimista, pero está preocupada porque hay varios aspectos de la nueva realidad que le quitan el sueño. Uno de ellos es la posibilidad de tener que dejar a una familia de puertas para fuera. "Imaginemos a una familia de Valencia que viene hasta aquí. Ha hecho 1.100 kilómetros en coche, y lo recibes a la puerta de la casa con mascarilla y un termómetro. ¿Y si uno de los viajeros da unas décimas de fiebre, que a lo mejor no tienen nada que ver con el coronavirus?". A esta empresaria turística se le plantean dudas que van más allá de la situación económica o del marco legal y sanitario, pues se trata de cuestiones de carácter ético y humano.
Los profesionales del sector están a la espera de que la Xunta de Galicia marque de forma clara e inequívoca los requisitos y los protocolos que habrá que poner en marcha para trabajar este verano. A modo de ejemplo, Martínez también se refiere a la gestión de los desayunos, que ella ha ofrecido siempre en el salón de la casa. "¿Tendrán que bajar los huéspedes por turnos? ¿Tendremos que desinfectar el salón entre cada turno? ¿Cómo les diremos a unas personas que están de vacaciones, que desean descansar y disfrutar de su tiempo libre que tiene que ir levantándose, para que bajen los siguientes?".
Mónica Novas explica que en su establecimiento van a emplear desde aparatos de ozono para desinfectar las habitaciones una vez se vayan los huéspedes (el proceso dura media hora), hasta máquinas de esterilización, que puedan utilizar tanto el personal del hotel para manteles o ropa de cama, como los huéspedes con sus propios enseres.
Made in Fofán está publicitando estos nuevos servicios a través de las redes sociales, en una campaña especialmente dirigida a los millennials. "Serán los primeros que empiecen a viajar", sostiene Novas. Eso sí, también serán probablemente los más dañados económicamente por la crisis.
Los viajeros de más edad quizás conserven mejor su poder adquisitivo, pero posiblemente también tengan más miedo a salir.
