El confinamiento ha paralizado prácticamente por completo la actividad de las comunidades de montes, en un momento del año en el que en condiciones normales estarían trabajando a toda marcha para organizar la campaña de prevención de incendios. Suspendidas las reuniones de los consejos rectores y las asambleas, así como las ventas de madera, algunos comuneros observan con preocupación como se producen los primeros incendios de una primavera que ha empezado siendo seca.

"Hay miedo a todo, porque quien quiere hacer mal siempre se aprovecha de las desgracias", afirma la presidenta de San Salvador de Meis, Peregrina Martínez. Esta dirigente de una de las parroquias que se extiende por el monte Castrove apunta que en estos momentos, "tenemos todo parado". Tanto es así que habían previsto empezar a trabajar en el monte el día 13 de este mes con una cuadrilla de vecinos, pero ya han decidido aplazarlo. "Estamos a la espera de ver que rumbo coge esto", manifiesta Peregrina Martínez, en alusión tanto a la crisis sanitaria provocada por el Covid-19 como a los mandatos del Gobierno central.

En cuanto a la venta de madera, Peregrina Martínez explica que, "los madereros están cortando lo que ya tenían comprado de antes", pero que desde hace un tiempo la comunidad ha dejado de vender y de autorizar nuevas cortas.

Julián Abuín, de Cea (Vilagarcía), lamenta también la paralización del sector transformador. "Nosotros seguimos trabajando porque entendemos que la silvicultura tiene consideración de actividad esencial. Y estamos haciendo rareos, pero como las fábricas de madera cerraron, no hay quien nos recoja la mercancía". El resultado, prosigue Abuín, es que, "con este calor la madera pierde peso". En consecuencia, los comuneros de Cea ganarán menos dinero con la venta de los árboles, puesto que la industria paga por tonelada.

Al presidente de los comuneros de una de las parroquias que explota el monte Xiabre no le han pasado desapercibidos los incendios que en las últimas semanas se han producido en la sierra de Barbanza, en la cara norte de la ría de Arousa, y en la provincia de Ourense. No fueron excesivamente graves, pero han servido para recordar que tras un invierno muy lluvioso, las condiciones actuales de calor pueden propiciar un crecimiento desmedido de la maleza y, en consecuencia, que el riesgo de incendio se dispare.

La administración

Otro efecto colateral de la crisis sanitaria provocada por el SARS-CoV-2 es que ha trastocado profundamente el ritmo de trabajo de las administraciones públicas. La lucha contra la pandemia está centrando los esfuerzos de las instituciones, que además apenas mantienen la atención presencial y han mandado a muchos funcionarios a trabajar desde casa.

Las comunidades de montes temen que esta situación inaudita retrase en demasía la tramitación y aprobación de las ayudas económicas para que las comunidades de montes realicen los trabajos de prevención de fuegos.

El presidente de la Mancomunidade de Vilagarcía, Ramón Bueno, incide en que, "vamos a intentar hablar con el Ayuntamiento en los próximos días", habida cuenta de que el Concello posee una partida económica específica para la prevención de los incendios forestales. "Los que está habiendo por el momento no son grandes, pero tal y como está ahora el monte, sí que nos preocupan", prosigue Bueno.

Al igual que la mayoría de las comunidades, la actividad de la Mancomunidade ha entrado en un estado de hibernación, a la espera de que la emergencia sanitaria vaya remitiendo.

Sin salir de Vilagarcía, el presidente de la comunidad de Bamio, Luciano García, asegura que el confinamiento también ha supuesto un paréntesis en la actividad de la organización. En relación a la aprobación de las ayudas económicas públicas para desbrozar y rarear, opina que, "ya podían empezar a salir", pero acto seguido matiza que en el escenario actual toca ser comprensivo y tener paciencia. "Sería lógico que se retrasasen algo por lo que estamos pasando".

Luciano García afirma que el estado de alarma no les está perjudicando especialmente, puesto que no tienen madera pendiente de vender, y ellos ya no preveían empezar a trabajar en el monte antes de mediados de junio. En relación al temor a un eventual incendio, el presidente de Bamio apunta que, "el monte comunal lo tenemos bastante limpio". "El problema es que las parcelas de los particulares son una caldera, y si prende ahí de poco vale que nosotros tengamos el comunal perfecto". García sostiene que hay particulares que tenían pequeñas fincas lindando con el monte comunal y que se las han donado a la agrupación. Tanto es así que emplaza a la Xunta a fijar por ley que los propietarios que no limpien su monte tengan que cedérselo a los entes vecinales.