Los farmacéuticos son profesionales que también se enfrentan cara a cara con la pandemia, y esto ya empieza a reflejarse en unas estadísticas escalofriantes. Según el Consejo General de Farmacéuticos, han muerto ya en España ocho boticarios, y hay otros 270 en cuarentena. Además, hay 60 oficinas cerradas. Los profesionales de O Salnés consultados ayer por FARO indican que no están especialmente preocupados por su salud, pues han adoptado una serie de medidas de protección para evitar el contagio y no son personas de riesgo. Sin embargo, sí les asusta la posibilidad de que se produzca una cascada de cierres de farmacias por positivos. En su opinión, para evitarlo sería necesario que los test a los trabajadores de farmacia contagiados o sospechosos de haber contraído el Covid-19 fuesen más rápidos.

Íñigo Silva, propietario de la farmacia de Catro Camiños, en Cambados, opina que, "cuanto antes se le realizase la prueba a los trabajadores más posibilidades tendríamos de evitar el cierre de las oficinas". El cambadés entiende que en estos momentos no hay pruebas suficientes, "y que la prioridad ahora está en los centros sanitarios", pero plantea que si los test a los boticarios enfermos fuesen más rápidos, se reduciría el riesgo de contagiar a más compañeros, lo que, en último extremo podría abocar al cierre del despacho.

"Yo como persona no tengo miedo por contagiarme, pero sí que me preocupa la posibilidad de que enfermemos varias personas a la vez", afirma a su vez Teresa Valdés, de la farmacia Bermejo, de Vilagarcía. El Consejo de Farmacéuticos ha instado al Gobierno a extender a los trabajadores del sector los test de Covid-19 que se le realizan a los sanitarios, al entender que también son personas también muy expuestas a la infección. Silva y Teresa Valdés asumen que eso sería lo ideal, pero que en la práctica es muy difícil llevarlo a la práctica por la falta de pruebas.

Eso sí, Valdés cree que las autoridades deberían ser más rápidas a la hora de confirmar o descartar un caso sospechoso cuando afecta a trabajadores de actividades esenciales, como es la de farmacia. "Hay compañeros que tienen a gente de sus equipos en casa por sospecha de coronavirus y que llevan esperando dos semanas por los test".

En todo caso, los farmacéuticos arousanos están adoptando las mayores medidas posibles de autoprotección. En la farmacia Corón, de Vilanova, instalaron hace tres semanas unas mamparas de cristal que separan la zona de atención al público y la de trabajo. Además, el personal cuenta con máscaras, guantes, y hasta unas pantallas de plástico que cubren la totalidad del rostro. "Nosotros estamos tranquilos", sostiene Alfredo Rodríguez.

En la de Bermejo han colocado cintas en el suelo para evitar que el público se aproxime demasiado al mostrador, y han limitado el aforo a cuatro personas al mismo tiempo. En la oficina de Íñigo Silva, por su parte, han instalado unas pantallas separadoras en el mostrador y han reorganizado los turnos, de modo que ahora trabajan en días alternos. "De ese modo, si se produce un contagio en uno de los grupos, evitamos que caiga todo el equipo", explica el boticario. En el caso de las jornadas de guardia, se formaron dos turnos, y antes de entrar el segundo se limpia a fondo la botica.