La ansiada vuelta al trabajo también se presenta con las dudas referentes al comportamiento de los clientes y su temor latente al virus. En esta línea Yayo Daporta considera que "incluso cuando se acabe el confinamiento, creo que va a seguir habiendo un aislamiento social evidente. Sobre todo al principio pienso que se perderá esa alegría y esas ganas de celebrar y compartir. Igual las ganas de salir a sitios públicos no van a ser tantas como antes de la pandemia".

El chef cambadés no pone paños calientes a la hora de afirmar que "se avecina un año muy duro. Hay un temor claro en mucha gente y al principio todo irá muy despacio. Nos tocará a todos ir descubriendo nuevamente un poco todo, pero todo dependerá de como se controle el virus y de la seguridad que nos den las autoridades".

En el caso de Javier Olleros, el cese de su actividad en Culler de Pau tiene ciertos matices. "Tenemos una huerta que es precisamente ahora cuando está dando muchos frutos. No lo podemos utilizar en el restaurante, pero todo se aprovecha. Es una manera más de estar en contacto con nuestra comunidad. Tenemos un piso con estudiantes que están desarrollando estudios sobre sostenibilidad y aprovechamiento de recursos y también están viviendo una experiencia de la que pueden sacar muchas conclusiones en su investigación".

Es precisamente esa implicación con la comunidad y con el entorno lo que ayuda en buena medida a Olleros a sobrellevar la situación, "tenemos la suerte de vivir en un paraíso. Eso nos da más posibilidades a la hora de hacer cosas. Incluso todo esto puede ayudar a pensar diferente en muchas cosas. De todo hay que extraer la parte positiva y a nivel social nos estamos replanteando también muchas cosas".