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Resignación y paciencia en casa

Los días de encierro obligatorio imponen la necesidad de buscar todo tipo de actividades, sobre todo, si se convive con niños de corta edad

Resignación y paciencia en casa

Afrontar la situación actual no resulta sencillo, pero las familias han entendido que, o se toman medidas drásticas, o el Covid-19 se extenderá como la pólvora. Tras tres días de encierro, las familias continúan resistiendo, unas mejor que otras, sobre todo si se cuenta con un espacio que permita estirar las piernas y respirar aire puro, como ocurre en el rural. Más de uno ya asume que el encierro no va a ser de unos días sino que va para largo.

Carlos Suárez es un hostelero de A Illa de Arousa que con su familia lleva confinado desde el pasado sábado. entre las cuatro paredes de su domicilio. "Estás aburrido y no sabes muy bien en qué matar el tiempo, y eso que yo soy de los privilegiados que puede pasear al perro por la calle, porque la verdad, es que está todo desangelado, sin nadie andando por ahí". Padre de tres hijas ya mayores, no tiene que preocuparse de marcarles una rutina de trabajo escolar ya que "son ellas las que se centran en eso" y espera que, al menos, estos días le sirvan para "acometer una serie de pequeñas obras que siempre estás pendiente de hacer, como pintar o reparar algo, pero para las que nunca encuentras el tiempo suficiente; es lo único que nos queda si no quieres volverte loco".

No todo el mundo puede quedarse en casa porque sus sectores se encuentran entre los prioritarios. Ejemplo de esa situación son el isleño Jesús Otero y su esposa Fina, él es bateeiro y ella cajera de supermercado, por lo que ayer tuvieron que dejar a sus hijas, de cinco años y diez meses, a cargo del abuelo para ir a trabajar. Ambos reconocen que viven "con mucha preocupación" lo que está sucediendo, ya que "tienes mucho miedo a infectarte, sobre todo ella, que trabaja en un supermercado y están en contacto directo con gente". Aunque con mascarillas y guantes, "el miedo siempre está presente porque pasan muchas personas por cerca tuya y eso que ahora la afluencia ya no es aquel maremágnum del pasado viernes, cuando la gente arrasó con todos los supermercados". Los dos van del trabajo para casa, un piso en el casco urbano de A Illa donde las opciones para las pequeñas no son muchas. "Tenemos que crear rutinas para que la mayor haga los ejercicios del cole y para que puedan jugar, que tengan algo con que distraerse", explica Otero. Reconoce que "no soy de dejarle las pantallas a los pequeños, pero en esta situación no nos queda otra para que no acaben subiéndose por las paredes".

Situación muy distinta tiene la cambadesa Eva García, que cuenta con un amplio jardín, un espacio que "permite que podamos caminar sin salir de nuestra casa, y eso es algo que se agradece con las más pequeñas". Madre de dos niñas "la jornada empieza con ellas haciendo los ejercicios que les han mandado del colegio; tienen tiempo para disfrutar de todo pero hay que marcar un horario que, de momento, están cumpliendo sin problema, aunque todavía estamos en el principio de esto". Contar con una huerta es algo que "en estos momentos resulta impagable, porque ves como otros amigos que viven en pisos ya están que se suben por las paredes".

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