A principios de marzo abre el periodo de reserva de plaza en las escuelas de Infantil. Pero, a dos semanas de esa fecha, en algunas unitarias echan cuentas y están preocupados. Es el caso del Centro Rural Agrupado (CRA) de Ribadumia, que tiene dos aulas pendiendo de un hilo (las de Leiro y Lois), porque si no les llegan niños nuevos que cubran el hueco de los que se van para Primaria, podrían quedarse por debajo de la media docena de matriculados. De suceder eso, la Xunta podría cerrar esas escuelas.

Cuando unos padres están contentos con el colegio de su hijo, la posibilidad de que el centro cierre y de tener que llevar al pequeño a otro puede suponer para ellos un enorme disgusto. Una madre que ha escolarizado a su hijo en el aula de Lois del CRA de Ribadumia reflejaba esta semana esta preocupación con un mensaje en el Facebook, en el que indicaba que, "solo necesitamos un niño más", acompañando el mensaje de unos dibujos de manos implorando.

Como en Ribadumia, son muchos los CRA gallegos que durante estas semanas se ven abocados a publicitar las bondades de sus centros, para intentar convencer a las familias indecisas de que escolaricen a sus hijos en una unitaria rural. Es lo que está haciendo la madre de Lois a través de las redes sociales y en su propio círculo de amistades, y lo que hará la propia dirección del CRA ribadumiense el lunes próximo, con una jornada de puertas abiertas.

"Los interesados podrán visitar las aulas entre las 10 de la mañana y las 12 del mediodía, para ver como trabajamos", explica la directora del CRA, Anabel Gulías. Los que no puedan acudir en horario de mañana, también podrán ir por la tarde a la sede central del Centro Rural Agrupado, en Ribadumia, para que los docentes les expliquen cómo trabajan con los niños.

Anabel Gulías considera que la escuela rural tiene muchas ventajas. "Al estar todos los niños juntos (de tres a cinco años), los mayores ayudan a los pequeños, y estos también se van quedando con cosas que los profesores les están explicando a los mayores. Se complementan los unos a los otros".

Otra ventaja de los CRA, prosigue Gulías, es que las aulas no están atestadas de chavales, como en las ciudades, sino que a menudo se trabaja con apenas una decena de alumnos, con lo que la enseñanza es más cercana e individualizada. Finalmente, la profesora recuerda la ventaja, "del ambiente del campo". "Tenemos un invernadero, los niños plantan, quitan las hierbas, y recogen lo que han cosechado. Se trabaja de un modo completamente distinto al de una ciudad". Todo se resume, al fin, "en ofrecer cosas que atraigan a más alumnado".

Pedagogía activa

La directora del CRA de Meis, Vanesa Vila Iglesias, incide en la misma estrategia que su compañera de Ribadumia para atraer alumnos, incluso de otras parroquias o municipios. "Tenemos que ofertar un proyecto pedagógico diferente a lo que hace la mayoría". En su caso, han optado por metodologías activas, recogiendo aspectos de las pedagogías de Reggio Emilia, Montessori o Waldorf. "Se trata de metodologías manipulativas, vivenciales, en las que se fomenta el aprendizaje emocional y autónomo. No se trata de que el profesor hable y el alumno escuche".

En Meis no temen por ninguna de sus aulas para el curso próximo, pero sí admiten que la situación podría ser preocupante en alguna de cara al curso 2020-21.

La gran apuesta de Meis es su proyecto educativo, con radio escolar y un pequeño estudio de televisión, una charca para trabajos sobre naturaleza, y una apuesta clara por la psicomotricidad, que consideran fundamental para el desarrollo del niño, sobre todo a edades tempranas. "Además de las dos sesiones semanales que están reguladas, todos los días tenemos una pequeña sesión de movimiento con los niños", explica Vanesa Vila.

A estas propuestas de largo aliento, los CRA añaden sus programas y actividades más puntuales. El de Meis, por ejemplo, está haciendo un trabajo sobre la mujer, y la semana pasada recibió la visita de una campeona de España de taekwondo, Sara Cortegoso.

Los de Ribadumia, por su parte, se reunieron ayer todos en la escuela de Leiro y asistieron a dos charlas: una impartida por una higienista dental, y otra sobre alimentación saludable, financiada por la Xunta de Galicia, que culminó con una merienda en la que los niños pudieron hacer sus bocadillos con varios tipos de conservas y vegetales, y con una actuación.

Hoy día, son muchos los padres que a la hora de escoger un colegio para sus hijos se fijan en que tenga comedor. Y los Centros Rurales Agrupados rara vez cuentan con él. En Meis se intentó habilitar, pero la Consellería de Educación de la Xunta de Galicia desestimó la propuesta, según la alcaldesa, Marta Giráldez.

Estando aún en la oposición, Giráldez dijo que sería bueno crear un comedor en el CRA, al entender que actualmente hay familias de Meis que llevan a los niños a colegios de otras parroquias vecinas, donde sí les ofrecen ese servicio, que puede ser muy importante en caso de que trabajen los dos progenitores.

Sin embargo, prosigue la alcaldesa, la Xunta rechazó esa propuesta. Según Marta Giráldez, la administración educativa gallega tampoco aprobó el traslado de los niños de las distintas aulas del CRA hasta el comedor del colegio de Primaria y ESO de Mosteiro. "Desde el Ayuntamiento nos ofrecimos a costear el autobús para el traslado de los niños, pero la Xunta tampoco quiso", sostiene la alcaldesa de Meis.

La regidora socialista no da la batalla perdida, y se ha solicitado una reunión con el delegado de la Xunta en Pontevedra, José Manuel Cores Tourís. "Al llegar esta época del año, muchos CRA y escuelas unitarias se encuentran con el riesgo de cerrar por falta de niños. Hay que ayudarles, y por eso nosotros en verano estuvimos haciendo toda una serie de obras de mejora en las escuelas. Pero parece que la Xunta no está tan implicada con las unitarias".

Taxis en Ribadumia

En Ribadumia, los niños sí pueden comer en su colegio de referencia, el Julia Becerra Malvar, si sus tutores lo quieren. Para los traslados cuentan con un taxi, que costean las familias.

Otro servicio que existe en Ribadumia es el del Plan Madruga, que los niños de entre tres y cinco años pueden hacer también en el Becerra Malvar.