Cuando parecía que ya no quedaba nada por destrozar, la comunidad de montes de San Miguel de Catoira da cuenta de nuevos desperfectos en el centro de interpretación construido en la laguna de Pedras Miúdas.

Ese edificio, totalmente abandonado y nunca utilizado, es objeto desde su inauguración de ataques permanentes por parte de los vándalos, que ante la carencia absoluta de medidas de seguridad campan a sus anchas por el entorno y actúan con impunidad tanto dentro como fuera del inmueble.

Es por ello que los comuneros insisten en pedir ayuda y vuelven a postular este centro como posible albergue de peregrinos, convencidos de que una actuación en esa dirección garantizaría su preservación y pondría fin a la sucesión de ataques vandálicos.

Lo que muestran ahora los integrantes de la comunidad de montes, que preside Luis Rey, es un edificio repleto de pintadas en sus paredes interiores y exteriores en el que, además, han desaparecido muebles de baño, grifos y demás accesorios de los aseos.

Al igual que ha sido destrozada y/o robada la instalación eléctrica y también se llevaron la tarima del piso, tanto en las dependencias interiores de la instalación como en la terraza-mirador habilitado en la cubierta del inmueble, con vistas a la laguna, al río Ulla, a la ría de Arousa y al llamativo viaducto interprovincial que une Catoira con Rianxo y es pieza clave del Eje Atlántico para el Tren de Alta Velocidad (TAV).

Construido por el Ministerio de Fomento para, precisamente, compensar a los catoirenses por las obras ferroviarias y valorizar la laguna y su entorno, este decrépito centro de interpretación presenta ahora una imagen de absoluto abandono que nada tiene que ver con los objetivos que se habían marcado el Concello y el Gobierno de España, cuando el socialista Alberto García era el alcalde y la conservadora Ana Pastor ejercía como ministra de Fomento.

Por aquel entonces tanto ella como los comuneros reclamaban la necesidad de dotar de contenido al inmueble y hacer todo lo posible para explotarlo y no dejarlo morir.

Un edificio muerto

Es evidente que aquella meta no se ha alcanzado, pues el edificio está así, muerto, con cables arrancados de las paredes, cristales rotos en las ventanas, puertas destrozadas o desaparecidas y, en definitiva, con todo tipo de destrozos a los que hay que sumar los cometidos en el mobiliario y senderos exteriores, donde además la maleza se apodera del entorno.

Por todo esto, y aunque no es nueva, vuelve a ser evidente la indignación de los comuneros, los vecinos en general y de todos aquellos ciudadanos que conocen este espacio natural privilegiado. Un enfado que va en aumento y se tradeuce en impotencia, "pues parece que había algún interés oculto en dejar morir el edificio y descuidar la laguna, ya que de lo contrario se habría hecho algo para protegerlos", lamentan en la comunidad de montes.

En definitiva, que a estas alturas solo parecen quedar dos opciones: Dejar que se pudra por completo y enterrar el edificio para siempre o bien convertirlo en albergue de peregrinos, con la esperanza de poder resucitarlo.