En A Illa, los habituales propósitos de ponerse a dieta y adelgazar después de los atracones navideños tienen que posponerse un día con respecto a los demás lugares. Porque en esta localidad, la jornada de Reyes, con la casa a rebosar de juguetes y papeles de regalo, y ya un cierto cansancio por los recientes excesos metido en el cuerpo, no es el último día de las fiestas. Ese honor lo tiene la festividad de San Julián, que se celebró ayer.

A Illa tiene una única parroquia, y el patrono es precisamente San Julián. Pero la fiesta no es tanto conocida por su vertiente religiosa, sino por la forma en la que los isleños la celebran.

A nivel religioso hay misa y una procesión que arrastra a bastante gente por las calles del pueblo tras la imagen del santo, pero el San Julián de A Illa es conocido sobre todo por su singular carácter lúdico.

Como si de un epílogo de la noche de Año Nuevo se tratase, todos los vecinos sacan de nuevo del armario su ropa más elegante: vestidos, zapatos de tacón y trajes, en los que no pueden faltar los complementos de fiesta, ya sean bolsos o corbatas, que los más atrevidos cambian por una pajarita.

El San Julián de A Illa no es tampoco una jornada familiar al uso. Lo que manda la tradición es pasar el día en la calle, peregrinando de bar en bar, y comer fuera. Algunas familias salen juntas, pero en muchos otros casos, cada uno se junta con su pandilla de amigos, por mucho que a medida que avanzan las horas los grupos se vuelvan permeables y vayan ganando o perdiendo unidades.

San Julián es un día para cantar en los bares, ya sea a capella o con los acordes de una guitarra o un tambor, pues no son pocos los grupos que salen de casa con instrumentos musicales. Es, también, una jornada para charlar y olvidarse del reloj. De hecho, aunque las comidas no son pantagruélicas, estas se alargan hasta prácticamente la noche, pues las sobremesas se eternizan entre cafés, chupitos de licor, anécdotas y, de nuevo, canciones.

Casi siempre fue una jornada anárquica y sin horarios, sin una organización clara que moviese los hilos por detrás para que todo funcionase como el mecanisco de un reloj. Y así fue también ayer, con la salvedad de que el Ayuntamiento adoptó algunas medidas para favorecer el disfrute de los vecinos. Así, se cerró al tráfico la plaza de O Regueiro, ofreciendo un espacio diáfano donde disfrutar con comodidad y seguridad de las conversaciones al aire libre.

La comisión de fiestas, por su parte, contrató a la charanga Fanfarria Furruxa para animar las calles durante el día, y a las orquestas Marbella y Finisterre para que amenizasen el principio de la noche para aquellos que prefieren consumir las calorías bailando que ganarlas bebiendo, o el calor de la carpa bajo la cual fue la actuación a lo incierto de la intemperie.

Por segundo año consecutivo, la verbena tuvo lugar en O Regueiro, pues la nueva ubicación ha gustado más que la antigua en la lonja, que resultaba algo apartada del epicentro festivo.

El día, aunque frío, fue también propicio para el disfrute del "Día do Patrón", como en A Illa conocen esta fiesta nómada y en gran medida callejera. En realidad, para los más resistentes, es la celebración más larga del año, pues salen de sus casas temprano por la mañana, y no regresan en algunos casos hasta que sale el sol el día siguiente.

Durante el día de hoy, los más devotos aún celebran el día del Buen Jesús. Ya mañana, será el conocido como "Día do Can". El nombre hace referencia a la escasa actividad que se registra en el municipio, que se toma un merecido descanso tras los excesos navideños, tanto festivos, como también de trabajo, pues es una población que vive sobre todo del mar, por lo que en diciembre las jornadas laborales se alargan.