Alicia Valencia es una firme defensora de los derechos humanos, una de las miles de indígenas colombianas que lucha pacíficamente para que las grandes multinacionales, en connivencia con los terratenientes, no les arrebaten sus tierras, no las despojen de sus pueblos. El conflicto lleva derramada mucha sangre, pero la activista asegura que no tirará la toalla, que no parará hasta que las comunidades indígenas puedan vivir en paz. Hoy impartirá en compañía de la nicaragüense Georgina de los Ángeles Molina la conferencia "A loita comunitaria das mulleres en Colombia e Nicaragua", organizada por la Diputación de Pontevedra y la Coordinadora Galega de ONGs para o Desenvolvemento. Será en el Salón García de Vilagarcía a las 19.00 horas. También habrá charlas en Redondela (día 20), Bueu (21) y Cuntis (22).
- ¿Cómo empezó su lucha en defensa de los derechos humanos?
- Yo no he pasado por ninguna universidad, he estado aportando a la Guardia Indígena, desarrollando una estrategia de defensa del territorio. Nosotros somos los primeros que llegamos al territorio y defendemos el medio ambiente del saqueo extractivo. Para el indígena del pueblo Nasa quedarse sin territorio sería la muerte. Las grandes multinacionales llegaron a quitarnos nuestra tierra y a mandarnos para las montañas más altas.
- ¿Cuánta gente vive en su pueblo natal?
- En Colombia somos 102 pueblos indígenas. En la zona norte del Cauca somos 19 cabildos, siete planes de vida (proyectos comunitarios), y a nivel regional hay 126 autoridades. Las multinacionales llegaron para sembrar monocultivo de caña de azúcar para hidrocarburo, combustible que viene para Europa. Y hay proyectos estatales para reforestar con eucalipto.
- Aquí, en Galicia, hay muchos colectivos contrarios a la plantación de eucalipto. ¿Qué opinión tiene sobre este árbol?
- Es muy negativo para la tierra porque la reseca. Nosotros, la comunidad, lo que hacemos es reforestar, pero con variedades de árboles y plantas autóctonas.
- Según la organización Front Line Defenders, en 2018 un total de 321 personas defensoras de derechos humanos de 27 países fueron asesinadas. Es la cifra más alta registrada. ¿Vamos hacia atrás?
- Pese al acuerdo de paz firmado hace tres años en Colombia [entre el Gobierno y las FARC], ahora hay más asesinatos, más amenazas, más personas que tuvieron que salir del territorio, más que incluso durante el propio conflicto. Desde 2016 han sido asesinados 800 líderes de todo tipo, más de 100 eran indígenas de mi zona y se produjeron seis masacres en pleno proceso de paz... La última el 29 de octubre.
- Ante este panorama, ¿sigue mereciendo la pena luchar?
- Sí, vale la pena porque es nuestra casa. ¿Si salimos de allí para dónde vamos? Nos quieren despojar del territorio. Hay más de 220 concesiones mineras en el norte para explotar y nos hemos opuesto con movilizaciones.
- ¿Dónde vive ahora?
- Tuve que salir de la tierra donde vive mi madre. Caían las ráfagas de fusil y las bombas y nos destruían el pasillo, parte de la casa. Mi familia, mi mamá y mi papá, siguen allí resistiendo. Yo en 2012 empecé a ejercer como autoridad y ahora vivo en Corinto, en Miranda, una zona de resguardo desde la que estamos vigilando porque los militares quieren entrar al territorio. Contamos con siete bases militares pero no son suficientes, no han sido capaces de frenar los asesinatos y los secuestros.
- ¿Cómo recuerda su infancia en Nasa?
- Nací allí hace 42 años y era casi igual que ahora. No se ha avanzado nada. Las carreteras siguen en mal estado, la sanidad y la educación se están privatizando, son un negocio. En cuanto al narcotráfico, sale como Pedro por su casa. La zona norte del Cauco es estratégica para sacar la droga porque linda con Ecuador y sale al Pacífico.
