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En los dominios del lobo

Vecinos de Meis expresan su preocupación por la presencia de los depredadores en el Castrove y temen que haya ataques a personas

Mercedes Rivas, en la finca donde los lobos mataron uno de los ponis de su yerno. // Noé Parga

En Meis están acostumbrados a la presencia cíclica del lobo. El animal puebla por épocas el monte Castrove, y de repente desaparece. Así hasta la siguiente vez. Pero esa familiaridad antigua con la presencia del cánido no es suficiente para calmar el miedo, y aquellos que han padecido los ataques del depredador o lo han visto cerca admiten estar preocupados. "Tenemos miedo porque hay niños pequeños", afirma Mercedes Rivas, que regenta una taberna junto a la nave de la feria de Mosteiro, en una de las salidas de la Autovía do Salnés. "Los de la Consellería de Medio Ambiente nos han dicho que el lobo no se echa a la gente, pero si arriba no tiene que comer y bajan con hambre no sabemos que puede pasar", añade en el interior del bar.

A escasos tres minutos a pie del negocio, la madrugada del 3 de noviembre, los lobos devoraron un poni de su yerno. Lo había comprado hace cuatro años por 500 euros, para regalárselo a su hijo. Normalmente, lo metía por las noches en un cierre pegado a la taberna, junto a otro poni. Pero aquella noche hacía buen tiempo, y decidió dejarlos un poco más lejos, atados en un prado situado sobre una colina con vistas al valle. Fue la sentencia de muerte de uno de los equinos. El otro se salvó probablemente porque los lobos debieron asustarse por el paso de algún coche por la carretera. Pero, desesperado, machacó con los cascos toda la hierba que había alrededor del poste al que estaba atado.

"Los lobos tuvieron que venir entre las cuatro y las ocho de la mañana, porque a las dos aún fueron a mirar mi yerno y unos amigos y los caballos estaban bien", cuenta Mercedes Rivas.

Este ataque fue uno más de los muchos que se han producido en lo que va de año en Meis, pero alarmó mucho a la opinión pública porque se produjo muy cerca de Mosteiro, el principal núcleo urbano de Meis. Los lobos accedieron a la finca probablemente a través de un espeso bosque que sube hacia el Castrove, y se dieron un festín a menos de cien metros de distancia de tres casas habitadas y un taller mecánico. Nadie los oyó.

Aunque hace meses que en Meis se habla de la presencia del Canis lupus en la sierra que separa por el sur las comarcas de O Salnés y Pontevedra, el asunto no entró en la agenda política hasta hace apenas un mes, a raíz de la aproximación de los depredadores a lugares habitados de San Tomé de Nogueira, Mosteiro y, más recientemente, a Balboa, en la parroquia de Armenteira. La concejala de Benestar Animal, María Sancho, y la alcaldesa, Marta Giráldez están trabajando en la búsqueda de soluciones a un problema de enorme complejidad, con connotaciones de seguridad ciudadana, económicas y hasta éticas, habida cuenta de que la subespecie ibérica del lobo fue perseguida con saña durante décadas, y hoy está en peligro de extinción. Tras una primera reunión con responsables de la Consellería de Medio Ambiente de la Xunta, el Ayuntamiento de Meis está a la espera de una segunda, con la esperanza de que sea más fructífera.

Los vecinos, los propietarios de los caballos mostrencos que están siendo atacados por los lobos en la parte alta de la montaña, los cazadores... en Meis llevan semanas preocupados por la proximidad del lobo. Es el caso de Antonio Gómez, un hombre que vive en Nogueiró de Abaixo, un lugar de la parroquia de San Tomé que linda con el bosque. Hace dos semanas, después de cenar, salió a la puerta de su casa a fumar un cigarrillo y se dio cuenta de que sus tres mastines no paraban de ladrar junto al portal de la finca. De repente, su mujer gritó desde una ventana que había un lobo fuera.

"A mí lo que me extrañó es que no le ladraba a nuestros perros", relata la mujer, María del Carmen Fariña. El lobo estaba quieto, en un parque público mal cuidado con mesas de piedra para comer y un par de juegos infantiles. En silencio, observaba a los mastines que no dejaban de ladrar hacia él.

Al verle, Antonio Gómez llamó a su hijo y a otro vecino, y saltó a la finca. Pero cuando llegó al portal, el lobo ya había desaparecido. Tras este episodio, admite que tiene miedo. "Tenemos una nieta de siete años que pasa las tardes con nosotros, pero desde ese día no la dejamos ir sola al parque ni de broma", afirma el hombre. "A mí me gusta que haya animales en el monte, me parece bien, pero con sentido común", remacha.

Desde finales de 2018

El presidente de la sociedad de caza de Armenteira, Juan José Millán, afirma que hacía entre seis y siete años que el lobo se había marchado del Castrove. Se cree que pudo regresar hacia finales de 2018, pues fue por esas fechas cuando fue avistado por primera vez. Se lo encontró sobre las siete de la mañana una mujer que iba a escuchar misa en la iglesia de San Vicente de Nogueira. Meses después, un vecino del lugar de A Rochela denunció que los lobos le mataron cuatro ovejas y una cabra. Otro, perdió dos ovejas y una cabra en Penente. En abril, el presidente de la asociación de ganaderos del Castrove, José Vidal, aseguró que los lobos les estaban masacrando los caballos mostrencos que tenían en el monte. Sin embargo, todos aquellos relatos eran escuchados a menudo con más escepticismo que temor.

Ahora, la situación parece haber cambiado, más aún porque se supone que hay una manada de al menos media docena de ejemplares, después de que agentes del Seprona grabasen en una pista forestal tres cachorros. Además, los ataques al ganado se han intensificado en el tiempo.

En poco más de un mes, los depredadores se metieron en las huertas de un vecino de O Marco (San Salvador de Meis), y de otro de Balboa (a poca distancia del monasterio de Armenteira, una de las joyas turísticas de O Salnés), y mataron varias cabezas de ganado.

El presidente de la asociación de vecinos de Armenteira, Martín Casais, explica que "la gente está preocupada porque los ataques son cada vez más seguidos". Por el momento, los vecinos tienen miedo por su ganado y las pérdidas económicas que pueda ocasionarles el lobo, ya que no creen que esté en peligro la integridad de las personas. Eso sí, Casais confía en que entre la Xunta y el Ayuntamiento encuentren una fórmula, "para controlar la población de los lobos y que el problema no vaya a más".

En las aldeas de Meis no se escucha el mítico aullido del lobo. Pero sí se siente cerca su presencia. Y con ella viaja el miedo.

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