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Guardianes de la penúltima esperanza

El personal de la ambulancia medicalizada de O Salnés está acostumbrado a atender las emergencias más desesperadas, y admite que muchas de ellas no tienen final feliz

Rodil (izquierda) y De Prada, con un aparato de reanimación, dentro de la ambulancia. // Iñaki Abella

Muchos médicos de Urgencias afirman que escogieron ese área por pura vocación, y que no serían capaces de trabajar en un consultorio de ocho a tres. Pero no es el caso de Francisco de Prada, uno de los médicos que forman parte del equipo de 16 personas que integra la base de la ambulancia medicalizada de O Salnés, que tiene su base en el Hospital comarcal desde anteayer miércoles.

Él empezó a trabajar en el helicóptero de la antigua SOS Galicia en abril de 1991 porque la vida le puso en la tesitura de escoger entre su profesión y su familia, y el trabajo en el helicóptero fue su tabla de salvación familiar. Pero en su elección no hubo una romántica vocación de juventud ni la necesidad imperiosa de pasar cada jornada laboral en una situación límite para las emociones. Es más, no oculta que el trabajo en urgencias está plagado a menudo de sombras y sinsabores.

"Es muy gratificante cuando las cosas salen bien. Pero, por desgracia, es más habitual que salgan mal", confiesa. Los equipos medicalizados acuden a las situaciones más críticas, de ahí que muchas veces no sean capaces de hacer nada por el enfermo. "Y no hay ninguna asignatura en la facultad que te enseñe a dar las malas noticias", añade Francisco de Prada. "Lo que más cuesta es cuando tienes que decirle al familiar de una persona a la que estás intentando reanimar que ya no puedes hacer nada más, que tienes que parar. Eso es algo que se aprende a base de decirlo".

Las guardias de la ambulancia medicalizada de O Salnés son de 24 horas (desde las 9 de la mañana de un día hasta las 9.00 horas del siguiente) y cada una de ellas está formada por tres profesionales, un médico, un enfermero y un técnico. En el turno de ayer, Francisco de Prada estaba trabajando con el enfermero Xosé Rodil, y con el técnico César Rajoy.

El primero de ellos admite que en su trabajo, "el estrés emocional es inversamente proporcional a la edad del paciente", y que los peores momentos de su carrera, "los pasé en asistencias a niños". "Hay casos que te marcan, algunos accidentes de tráfico o cuando la víctima es un niño".

En esas ocasiones, el recuerdo no se desprende de su cabeza cuando a la mañana siguiente se muda de ropa y coge el coche para ir a casa. El malestar emocional "dura varios días", y aunque con el tiempo se vaya diluyendo, a medida que va atendiendo a otras personas, algunas veces queda grabado en la cabeza. "Aún hoy recuerdo algunos casos que sucedieron ya hace muchos años".

Para César Rajoy, la elección de trabajar en una ambulancia, "sí es vocacional al cien por cien". "Hoy, tenemos unas condiciones más o menos dignas, pero cuando yo empecé en 1996 eran tercermundistas. Y seguí trabajando en esto porque parece que es algo que poco a poco te va enganchando". Para él, también son especialmente duros los operativos en los que hay algún menor implicado. "Lo sientes aún más cuando tienes hijos de una edad similar al que estás atendiendo".

También es emocionalmente duro ver morir o en un estado muy grave a personas jóvenes. Y el médico Francisco de Prada sostiene que cada vez hay más casos. "Estamos viendo muchas patologías graves en gente joven. El tabaco y el consumo de drogas, como la cocaína, han hecho mucho daño".

La ambulancia medicalizada de O Salnés empezó a funcionar el miércoles por la mañana, y hasta las cinco de la tarde de ayer había realizado cuatro traslados: tres de ellos de personas que sufrieron indisposiciones cardiorrespiratorias en sus domicilios o la calle, y uno de un hospital a otro.

El servicio tiene un coste anual estimado de 600.000 euros -entre el vehículo y su mantenimiento, el equipamiento sanitario y los salarios del personal-, y O Salnés lleva luchando por él desde hace más de un lustro. Francisco de Prada, que nació en A Coruña hace 62 años, pero que vive en Vilagarcía desde 1983, está convencido de que el servicio le hará mucho bien a la comarca. "Con que solo salvemos una vida ya se habrá amortizado todo ese dinero".

La suerte en la desgracia

Francisco de Prada cuenta que, "también en la desgracia hay que tener suerte", y pone como ejemplo el caso de un hombre al que en 1991 se dio por ahogado en una playa de Carballo, en A Coruña. "Tenía que ir a buscarlo el helicóptero Pesca de Burela, pero no podía salir por una avería y nos movilizaron a nosotros", relata.

La tripulación del 061 salió de Santiago consciente de que poco podría hacer, ya que carecían de medios para sacar del agua a un ahogado, y al llegar a la zona empezaron a buscar a la víctima.

A medida que pasaban los minutos se sumaron al rastreo dos helicópteros más, "y casi teníamos que estar más pendientes de no chocar los unos con los otros que de buscar el hombre". Hasta que finalmente apareció el Pesca, que había sido reparado, y el cuerpo fue localizado. Lo sacaron del agua e intentaron reanimarlo durante una hora, sin éxito aparente. Francisco de Prada ya iba a darse por rendido, cuando en los ojos del hombre vio un destello inesperado. Seguía con vida.

Lo evacuaron a un hospital, y aunque los médicos del centro estaban convencidos de que ya no se podía hacer nada por él, al final salió adelante. "Pasó más de una hora en el agua, y a los siete días le dieron el alta y estaba en su casa", recuerda De Prada. "Tuvo suerte de que cuando se dio el primer aviso el helicóptero de Burela estuviese estropeado. Si saliesen ellos irían sin equipo sanitario porque el aviso era para recoger un cadáver".

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