El aspecto enfermizo que presenta la palmera que todavía sobrevive en la fachada principal de Ravella impide un pronóstico optimista y son muchos los vecinos que creen que va a correr similar suerte que su hermana gemela, talada hace algo más de un año, por la que parece se muere de pena.

Los servicios técnicos aún intentan maquillar su estado a la vez que aplican tratamientos contra el voraz "picudo rojo" que devasta sin remisión la práctica totalidad de palmerales en la comarca de O Salnés.

Estos árboles que antaño daban categoría a edificaciones públicas y privadas, que adornaban paseos marítimos y los principales jardines botánicos de las ciudades, presentan un aspecto tan demacrado que contagia las paredes de piedra que tan bien combinaban.

El noble edificio de Ravella también disponía de dos elegantes ejemplares, dos columnas naturales que decoraban la sobria fachada del edificio ideado por el célebre arquitecto Sesmeros allá por el año 1887.

Pero el "picudo rojo" no atiende a estamentos ni a las "órdenes" que emanen del alcalde o políticos de la Corporación y la palmera sobreviviente también languidece a la vista de los vilagarcianos.

El picudo rojo entró hace más de un lustro con tremenda fuerza en todo el valle de O Salnés. En el parque del Centenario sobrevive solo una de la docena que en su día presumían de porte en este jardín botánico. Lo mismo ocurrió en Cambados, A Illa, Vilanova, pese a los tratamientos agresivos que han aplicado los expertos en plagas porque el insecto parece haberse vuelto resistente a cualquier producto.

Básicamente, el picudo se aloja en la copa del árbol donde se alimenta de los primeros brotes y penetra en el tronco hasta que lo seca por completo.

Las hojas en abanico que tanto lucían en las fachadas comienzan a secar, amarillean hasta tal punto que terminan por caer al suelo.

Son ramas muy pesadas y, por tanto, un peligro para la seguridad de los viandantes. De ahí que en la noche del miércoles Protección Civil cediera su camión-escalera para que el personal de jardines recortara las ramas y retirase las más secas, es decir aquellas susceptibles de soltarse de la copa.

Aún quedan algunas esperanzas de que el árbol gemelo resista este envite. Sus hojas aún están verdes, aunque con mechones amarillentos en lo más alto. El problema es que se acerca el invierno. Llegan los temporales y el viento puede ser un aliado perfecto para la destrucción que inició el picudo rojo.

Por ello no se descarta que si el proceso continúa a este ritmo, más pronto que tarde sea necesario tomar la decisión de talar este otro magnífico y centenario ejemplar.

Los más nostálgicos no quieren esta nueva amputación a la fachada de Ravella. El Ayuntamiento tendrá que buscar alguna opción alternativa y quizás tendrá que esperar a que se supere la plaga para volver a plantar otros árboles sanos semejantes con el fin de conservar la imagen de la plaza original.