La sociedad "está profundamente estremecida por la trágica muerte" de Elena Jamardo Figueroa y sus hijas Sandra y Alba Boquete Jamardo. Así lo cree el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, que ayer ofició el funeral por el eterno descanso de estas vecinas de Valga que su pueblo quiere recordar para siempre como "mujeres sencillas, luchadoras y trabajadoras, no solo como víctimas de una violencia incomprensible en una sociedad moderna".

Esta últimas son las sentidas palabras de María Jesús Souto, la elegida para representar al Concello de Valga en la despedida última a las tres vecinas asesinadas el lunes a manos de José Luis Abet Lafuente, el exmarido de Sandra Boquete.

La ceremonia fúnebre se ofició en el Auditorio Municipal de Valga, sito en Cordeiro, a 1.200 metros de la casa de Carracido en la que se cometió el triple crimen. Por allí pasó una multitud, tanto en la tarde del lunes como ayer; tanto conocidos como no.

Convertido en capilla ardiente, el salón de actos de este Multiusos se llenó hasta la bandera con motivo del funeral -más de medio millar de personas-, que estuvo presidido por Julián Barrio y concelebrado por siete sacerdotes situados en el mismo "altar" en el que se encontraban los féretros de las tres víctimas, sesenta familiares y una veintena de coronas.

Mientras las demás flores -y los demás vecinos asistentes al entierro- esperaban en el exterior y en el cementerio parroquial de Santa Cristina de Campaña, en el que recibieron sepultura las tres mujeres, dentro del Auditorio el arzobispo hablaba de ellas como víctimas de "una violencia siempre injustificada, irracional y perversa". Una violencia que en parte cree fruto de "una decadencia moral que lleva incluso a justificar las malas acciones y los errores".

En su homilía, quiso dejar claro que "las personas no somos de usar y tirar", antes de dirigirse a los abuelos de la familia para mostrarse convencido de que van a educar a los menores huérfanos "en los valores que dan sentido a la vida, en la memoria agradecida y en el amor, que sin duda les hará felices". De este modo les suplicaba: "No caigáis nunca en la tentación de educarlos en el odio".

A buen seguro que no lo hará, porque todos confían en él y saben que es "un buen hombre", Fernando Boquete Serramito, que quedó viudo al perder a Elena y se quedó también sin sus únicas hijas, tras la trágica muerte de Sandra y Alba.

Es el hombre que también recibió el calor de todo el pueblo y que en todo momento estuvo acompañado por Cándido Fernández Rodríguez, el novio de la menor de las víctimas del triple crimen machista. Un joven que durante todo el funeral permaneció abrazado al que iba a ser su suegro y a quien demostró el aprecio de un verdadero padre.

Estaban justo al lado de los féretros y de Julián Barrio cuando este, dirigiéndose tanto a ellos como a los demás familiares y a todos los presentes, dejó constancia de que "el odio, la irresponsabilidad y el rencor hacen la vida más corta". De ahí que abogara por "una convivencia mucho más humana, justa y fraterna, donde no quede lugar para un Caín que mate a su hermano Abel".

Sin dejar de hablar de las tres valguesas "a las que arrebataron sus vidas y sus esperanzas", el arzobispo aseveró que ante la muerte de los seres queridos todo parece un mal sueño del que uno espera salir en cualquier amanecer". O dicho de otro modo, que "la muerte de las personas queridas lleva consigo parte de nuestras vidas", de ahí que tras el fallecimiento de Elena, Sandra y Alba "todos nosotros seamos más pobres, aunque nadie nos pueda arrancar del amor de Dios".

Fue tras esta intervención cuando hizo lo propio la vecina de la parroquia de Campaña María Jesús Souto. En representación de la familia y de todo el pueblo de Valga dijo que "tras encontrarnos, sin esperarlo, con una barbarie que pensamos que aquí no podía ocurrir", el municipio "está ahora más unido que nunca".