A poco más de diez días de que empiece el colegio, los niños de la escuela deportiva de verano de Cambados disfrutaron durante la mañana de ayer de una de esas actividades que quedan grabadas a fuego para siempre en la memoria. Consistió en una visita de varias unidades de emergencias, y un policía local del municipio les gestionó una visita muy especial, la de uno de los helicópteros que la Dirección General de Tráfico (DGT) tiene en Galicia para velar por la seguridad en las carreteras.

El aparato aterrizó a mediodía en el campo de fútbol de O Pombal, y lo pilotaba Ramón García Meaño, un vecino de Castrelo que todavía recuerda vívidamente aquella tarde en la que volvía a casa con su padre, tras ayudarle en una finca, cuando vio como aterrizaba cerca un helicóptero. Tenía diez años, y le gustaban las aeronaves ya desde hacía tiempo, así que salió corriendo hacia donde estaba el helicóptero. Aquella experiencia de verlo tan cerca le marcó, hasta el extremo de que aún hoy recuerda con precisión fotográfica cada uno de sus colores.

Aquella vocación por volar le quedó en la sangre, y tiempo después de aprobar las oposiciones para Policía Nacional, en 1999, empezó a estudiar Ingeniería Aeronáutica y se presentó a un examen para piloto de la Policía. Las cosas no salieron como él esperaba, pero lejos de tirar la toalla siguió peleando por su sueño, y tras año y medio quemando las cejas por las noches sobre los libros, logró el título de piloto de helicópteros.

El cambadés era jefe de la unidad de Extranjería y Documentación de la Policía Nacional de Las Palmas de Gran Canarias cuando en 2016 la DGT le llamó preguntándole si quería trabajar como piloto en su base de A Coruña. A García Meaño no le costó mucho tomar la decisión, y empezó a trabajar el 17 de octubre de ese año, el mismo día que cumplía 43 años.

Desde entonces, Ramón García sobrevuela los cielos de Galicia velando por la seguridad en las carreteras a los mandos de uno de los helicópteros de la DGT, que al contrario de lo que mucha gente cree no se llaman "Pegasus". Esa es la denominación del sistema operativo que emplea la tecnología que utiliza Tráfico desde el cielo.

"El noventa por ciento de las infracciones que detectamos son excesos de velocidad", explica Ramón García, quien añade que el caso más sangrante que ha visto hasta ahora ocurrió hace apenas un mes, tras sobrevolar una berlina que circulaba a 221 kilómetros por hora por la autopista de Santiago a Lalín, a la altura de Silleda.

El cambadés sostiene que también son frecuentes las infracciones por no respetar las distancias de seguridad, y apunta que éstas son muy peligrosas, "porque el conductor de delante va conduciendo nervioso por culpa del que le sigue". El guardia civil que va en la parte posterior del helicóptero no solo vela porque se cumpla la distancia de seguridad entre automóviles, sino que también va muy atento de que se respete la separación lateral mínima de metro y medio con los ciclistas.

Ramón García señala que el helicóptero vuela a una altura media de unos 500 pies, lo que equivale a unos 120 metros, y a una velocidad media de unos 80 nudos, lo que significa unos 140 kilómetros por hora.

Cuando detectan un vehículo que va demasiado rápido, el guardia civil lo "marca" con un puntero láser, que está conectado al radar. Este hará tres mediciones de velocidad cada tres segundos. En caso de que se verifique el exceso, se tramita la sanción. "Lo que se hace después, en los casos graves, es hacer una pasada baja, para que el conductor nos vea y reduzca la marcha", explica.

Los móviles

Hace unos años, un helicóptero de la DGT cazó a un conductor que iba a 100 kilómetros por hora, mientras ojeaba "Los miserables", una de las obras maestras de Víctor Hugo. Ramón García nunca presenció una escena así, y afirma que de un tiempo a esta parte también se ven menos conductores que hablan por el teléfono móvil o mandan mensajes con el coche en marcha. "Parece que las campañas han surtido efecto, y que la gente está cada vez más concienciada del peligro que supone usar el móvil mientras se conduce".

Lo que sí se ve Ramón García en ocasiones es como los chóferes de reparto revisan o leen sobre la marcha las direcciones de los envíos o los albaranes. Excesos de confianza en los que a veces incurren algunos conductores profesionales, y que no están exentos de riesgo. "Cualquier distracción es mala. Aunque solo sea cambiar el cd de la radio. Un solo segundo que quitas la vista de la carretera puede ser fatal".