Cuando en marzo de 2011 FARO DE VIGO dio a conocer que el Concello de O Grove había presentado a la Consellería de Medio Ambiente el "Proyecto de conservación del Equus asinus en el monte de A Toxa", fueron muchos los que desacreditaron aquella idea, puesta sobre la mesa por el entonces concejal Alfredo Bea García.

Cuando en septiembre de aquel mismo año llegaron a la isla "Emilia" y "Pardo", una pareja de burros fariñeiros ( Equus asinus) adquirida por el Concello para contribuir a la preservación de la especie y a la potenciación turística y ecológica de A Toxa, fueron muchos los que pensaron que aquello duraría poco.

Con el paso del tiempo se les sumaría algún burro más y, recientemente, los primeros ejemplares fueron padres, cumpliéndose así una de las premisas básicas del proyecto original, la de contribuir a preservar la especie.

Ocho años después de la llegada de los fariñeiros a la lujosa parcela que ocupan, justo a la entrada de la emblemática isla de A Toxa, ni siquiera los que estaban en desacuerdo o se burlaban pueden dudar del éxito alcanzado con este proyecto.

Y es que, por si fuera poco, se han convertido en un reclamo turístico incontestable. Ocho años después de su llegada, ya no son ninguna novedad, y sin embargo estos animales siguen ejerciendo como reclamo turístico.

Reciben la visita de cientos de personas cada año que se acercan al vallado perimetral de la parcela para observarlos, intentar darles de comer -aunque no se pueda-, tocarlos y fotografiarse a su lado.

Niños y adultos, sobre todo los que no están acostumbrados a un contacto tan cercano con los animales, pasan mucho tiempo al lado de estos borricos, convertidos igualmente en una de las imágenes más compartidas en las redes sociales.

Al igual que son compartidos en las aulas, ya que centros de enseñanza de toda Galicia se han acercado en los últimos años a la isla grovense para que sus alumnos pudieran ver de cerca a estos animales e incluso desarrollar diferentes unidades didácticas con las que dar continuidad al trabajo realizado en los colegios.

Y por si el tirón que ejercen entre los turistas o el papel que desempeñan desde un ámbito educativo no fuera suficiente, hay que decir que buena parte de los grovenses pasaron también a lo largo de este tiempo por la citada parcela para ver de cerca a esos entrañables animales.

Unos burros que son, de paso, un homenaje a Emilia Pardo Bazán, la autora que hizo grande la leyenda de aquel ejemplar moribundo que se recuperó casi milagrosamente, después de que su dueño lo soltara en la isla para dejarlo morir en paz, descubriéndose así las propiedades mineromedicinales y balneoterapéuticas de las aguas de A Toxa.

Estos días los turistas vuelven a acudir en gran número a la parcela de los fariñeiros, que de este modo se reafirman como un elemento dinamizador del turismo y, de paso, cargan de razones a aquel concejal capaz de apostar por el que muchos consideraron un descabellado proyecto medioambiental que, a la postre, resultó ser una idea tan innovadora como acertada.

Cuando lanzó la idea, Alfredo Bea aseguró que "apenas quedan burros de cuatro patas" y que "después de la Guerra Civil había en España 1.200.000 ejemplares, pero hoy en día puede que solo queden alrededor de 50.000, de los que menos de 5.000 estarían en Galicia". Es un animal en franca regresión, de ahí que la parcela de los fariñeiros de A Toxa sea ya una especie de santuario para ellos.