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Torrado se convierte en un laberinto

El pintor y escritor Antón Patiño expone hasta finales de verano en Cambados

Torrado se convierte en un laberinto

Pocas figuras han atraído tanto la atención de la humanidad desde el origen de los tiempos como los laberintos. Presentes ya en los petroglifos de hace más de 4.000 años, han seguido muy presentes en la mitología, la literatura y las artes plásticas hasta la actualidad. Hoy, el laberinto podría ser una buena metáfora del mundo actual, tan cambiante e incierto que a menudo muestra a los individuos y a las sociedades caminos falsos e incluso da la sensación de que es imposible hallar la salida.

Antón Patiño (Monforte de Lemos, 1957) es uno de los pintores gallegos más importantes del momento, y expondrá durante lo que queda del verano en el pazo de Torrado (Cambados). La suya será por tanto una de las muestras artísticas más destacadas del periodo estival, y se titula precisamente "Habitar o labirinto". Patiño admite que el título se funde tanto con la temática de la obra como con el propio espacio expositivo, el propio de un antiguo pazo lleno de cuartos de dimensiones y luz diferentes.

Las obras que Patiño expone en Cambados están precisamente pensadas para el pazo de Torrado, y propone un recorrido por el dilatado trabajo de un artista que habita tanto los paisajes de la abstracción como los del simbolismo. Tres son los grandes ejes sobre los que pivota esta exposición de Cambados: la presencia constante y obsesiva del laberinto; la fragmentación y deconstrucción de la realidad, de modo que cada cuadro no es un territorio aislado de los demás, sino miembro de una obra global más amplia; y el desequilibrio, que se aprecia nada más entrar en la sala de exposiciones con un par de dípticos con los que Patiño invita al espectador a sumergirse en un mundo en el que lo que se busca es alcanzar un estado de plenitud sensorial.

Patiño define su trabajo como un proceso "espontáneo, pero racionalizado", en el que la figura del pintor se desdobla, hasta el extremo de convertirse en un mero, "testigo del cuadro, que va fluyendo y materializándose", en palabras del pintor monfortino.

El "Prestige"

El color negro ya acompañaba algunos cuadros sobre el mar de Patiño antes de la catástrofe del Prestige, puesto que las mareas negras del petróleo, "son cíclicas en Galicia", y el hundimiento del Prestige ha sido un triste eslabón más de una historia que ha tenido muchos episodios de contaminación. Ese color negro, como si de un grito se tratase, estará presente también en la exposición de Cambados, en un cuadro en el que Patiño invita al espectador a reflexionar sobre el poder destructor del petróleo, pero también a sumergirse en "la fascinación" con la que los niños (y los adultos) observan los verdes esmeraldas del agua del mar. "Quiero hacer una llamada de respeto a la naturaleza, porque entiendo que el pintor es un mediador entre la naturaleza y la cultura". La muestra se completa con una instalación en la sala de la "lareira".

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