Beatriz Conde Jamardo tiene 19 años y estos días está en Boiro, en el puesto que "Churrería Marisú" ha montado en las fiestas de esta localidad barbanzana. Es tataranieta de Ángel Doce, y aunque está estudiando Comercio Internacional, afirma que le gusta el ambiente de las romerías y los mercados y que no lo abandonará.
-¿Qué supone ser la quinta representante de una saga familiar dedicada a la venta ambulante de churros?
-Es un orgullo. Somos muchos en la familia, y consideramos importante mantener esta tradición.
-¿Se ve elaborando y vendiendo churros a corto o medio plazo?
-Ahora estoy estudiando Comercio Internacional y echo una mano en casa. Pero siempre me gustó estar en el ambiente de las ferias, y sí que quiero mantenerme en él, aunque sea como un segundo trabajo.
-La gente ajena a la venta ambulante lo considera un oficio duro por los constantes desplazamientos y porque se trabaja en días festivos.
-Sí, es duro, porque es verdad que se trabaja cuando la gente disfruta. Pero es el ambiente en el que nací y en el que me crié. Yo trabajo, pero al mismo tiempo estoy disfrutando. Para mí es bonito. Me gusta.
-¿Es el churro una preparación infravalorada?
-No. Algunos dicen que los churros son agua, harina y sal. Pero no, porque cada uno tiene su punto. Saben distinto, según quien los haga.