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El reencuentro de un equipo que marcó época

Los componentes del Arosa OJE juvenil se reúnen 47 años después de la primera hazaña del baloncesto local

No faltó el homenaje a Roberto Rietz. // FDV

En el olimpo del baloncesto arousano hay un equipo cuya significación aumenta de valor por ser los primeros en llamar a las puertas de las más altas cotas nacionales. Aquel Arosa OJE, entrenado por Juan Santos, se convirtió en abril de 1972 en protagonista de una historia digna de ser contada. Una hazaña que suena a fábula y a la que solo cuatro puntos apartaron de un final aún más feliz.

Desde entonces han pasado 47 años y ayer aquellos héroes se han vuelto a reunir donde soñaron despiertos en convertirse en uno de los ocho mejores equipos juveniles de España. En un pabellón de la calle Castelao que ellos mismos inauguraron cuando por aquel entonces se conocía como Casa del Movimiento y que se abarrotó de vilagarcianos en aquel torneo.

Allí mismo llegaron a disputar toda una final del sector nacional juvenil ante el Inmaculada de Gijón. Aquel 43-47 definitivo dejó a los jóvenes vilagarcianos sin la posibilidad de disputar la fase final en Tarragona del Campeonato de España ante clubes como Real Madrid, Barcelona o Joventut. Cuatro puntos que le separaron de un logro sin precedentes, pero que le otorgaron el privilegio de lo inolvidable.

Manuel Cores, Alfonso Corujo, Javier Trillo, Francisco Díaz, José Manuel Suárez "Pitis", Xurxo Alonso, Vicente López "Farolo", Manuel Martínez "Pichurro", Ignacio García, Manuel Jiménez y el fallecido Roberto Rietz. Ellos fueron los once componentes de lo que era algo más que un equipo de baloncesto. Compañeros de instituto y amigos que pasaron de entrenar sobre tierra en el actual IES Castro Alobre a batir a grandes equipos del noroeste nacional sobre el flamante parqué de la calle Castelao.

Entre abrazos, risas y anécdotas recordaban ayer tantas vivencias que les dejó aquella temporada. Desde las eternas sesiones de preparación física hasta un altercado con un cura salesiano de Ourense convertido a fanático aficionado rival tras un rifirrafe con Arturo Seara, quien llegara después a ser base del Real Madrid y el Barcelona. Pero fue aquel increíble abril de 1972 el catalizador de todas las buenas sensaciones que rodearon a este reencuentro.

Nacho García se acordaba de cuando en el primer partido del sector superaron a un Bosco de A Coruña que contaba con una plácida tarde en Vilagarcía y que hasta intentó a nivel federativo que aquel partido se repitiese ante el escozor de la derrota. Corujo, Trillo y Díaz fueron el "Big Three" aquel día ante un rival que les superaba ampliamente en lo físico "e incluso en la vestimenta", recordaban.

También superaron al Calasancio de Monforte en el partido clave que le dio el primer puesto del grupo en un abarrotado pabellón (52-58), completando la primera fase con otra victoria ante el Loyola de León. En el otro grupo fue el Inmaculada gijonés el que se hizo con el puesto en la final en detrimento del Agustinos de León, Salesianos de Ourense y el Liber de Lugo.

La gesta de clasificarse para la final también dejó heridas de guerra. Los dedos rotos de la mano de Manolo Jiménez y las rodillas de Corujo mermaban el potencial del Arosa OJE que, con todo ello, puso en jaque a todo un equipazo como en Inmaculada de Gijón, ciudad en el que paradójicamente el propio Manolo Jiménez acabaría convirtiéndose en ídolo como central mundialista del mejor Sporting.

Ayer fue un día especial al que nadie quiso faltar. Incluso Corujo y Rietz vinieron a propósito desde lugares como Pamplona o Madrid para no perderse una cita de la que Francisco Díaz fue su principal artífice. Él se puso en contacto con todos los que ahora son artistas, abogados y economistas, entre otras profesiones, para que recordasen aquel otro gran motivo de orgullo que marcó sus vidas. El que posiblemente les inculcó su primera gran lección de superación.

No pudo faltar la visita al cementerio de Rubiáns para realizar una ofrenda floral a Roberto Rietz. Su hermano Miguel ocupó su ausencia llegando desde Madrid para estar junto a todos aquellos amigos a los que alentó desde la grada en aquel mágico abril de 1972.

Una comida culminada con un regalo elaborado por Díaz con un libro conmemorativo y recortes de prensa de aquella hazaña enfatizó todavía más la puesta en valor de un mérito que abrió las puertas que va camino de alcanzar el medio siglo de historia.

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