Hace años, el presidente de Amigos del Camino Portugués instó a la Diputación de Pontevedra y a la Xunta de Galicia a crear un mapa con los "puntos negros" en la seguridad vial de los peregrinos, para reducir al máximo el riesgo de accidentes. Recordaba que, además de la desgracia personal que supondría para las víctimas, un atropello en la ruta jacobea podría ser catastrófica para esta y los negocios que dependen de ella, por la mala imagen que proyectaría al exterior.

Pero pasados los años, poco se ha hecho por encontrar desvíos alternativos a lo que se considera el trazado original, apartando a quienes van a pie del tráfico rodado. Y es que no solo hay problemas en Valga o en Pontecesures, donde si bien el paso de la vía del tren está señalizado con barreras, el sistema no cuenta con las mismas garantías que un paso elevado o subterráneo.

Poco antes de entrar en Valga, la ruta discurre por Carracedo (Caldas), y los peregrinos se ven obligados a cruzar la carretera nacional 550 hasta en dos ocasiones en poco más de kilómetro y medio. También hay puntos sensibles en Mos, Redondela, Cesantes, Arcade y Tomeza, éste último entrando ya en el municipio de Pontevedra.

En el caso del tren, el Camino obliga a pasar de un lado a otro de la línea férrea también en los términos municipales de Mos y Barro.

Amigos del Camino Portugués confía en que en 2021 se llegue a la cifra de 100.000 viajeros en la ruta a Santiago, el de mayor crecimiento en números absolutos de los últimos años. Según sus cifras, deja más de medio millón de euros solo en la ciudad de Pontevedra.