Si nombramos a Manuel Diz Búa, puede que algunos no se den cuenta a quien nos referimos, pero si decimos que es el director de la rondalla del Gato Negro, seguro que enseguida sabrán perfectamente a quien estamos recordando. Manolo hasta hace poco tenía los recuerdos siempre frescos en su memoria, pero en contra de su voluntad y en poco tiempo había perdido o extraviado su privilegiada mente; su intención no era separarse de sus vecinos ni de su rondalla. Pero esa enfermedad maldita le entró con fuerza afectándole seriamente a su estado de salud. Manolo ahora pertenece a otro lugar desconocido, que nosotros aún no llegamos a saber ni comprender. Este señor en su vida profesional estuvo ligado con el mar, que compartía junto su hermano Verino en todas las tareas marineras. Su dedicación era en los viveros de bivalvos, que cuidaban prestándole más atención.

También sabían trabajar con las artes de pesca tradicionales. Tuvieron temporadas de recoger buenas cosechas de anguila, camarones y otras especies que el mar nos ofrecía. No les hacía falta salir muy lejos, pues ellos trabajaban en una zona pequeña, que era desde Punta Corbeiro hasta Piedra de Pico y les daba resultado. Poseían varias embarcaciones que ellos mismos cuidaban, disponían de un buen pañol de enseres y herramientas. Los dos hermanos siempre compartieron trabajo, afición la navegación a vela y buena combinación para tocar instrumentos de cuerda.

Carril, siguiendo con la cultura náutica, era el lugar donde todos los marineros sabían navegar muy bien a vela, conocían todos los lugares, rincones de la Ría y manejaban los vientos a la perfección. Manolo Diz, como un buen marinero, le cogió cariño a la navegación a vela, que siguió disfrutando hasta que la enfermedad se lo impidió.

Formó parte de la primera comisión que en el año 1.982 recuperó poniendo en práctica la actividad de la vela latina, que era tradicional en el pueblo. Se organizaban competiciones deportivas y travesías muy interesantes, donde visitaban otros puertos de la ría de Arousa, a la vez compartían una buena relación con los pueblos marineros que se visitaban.

Cuando Manolo llegó al mundo de los seres vivos racionales, en las paredes de su casa colgaban instrumentos de cuerda. Eran seis hermanos. La madre desde niños les fue enseñando a conocer de cerca estos instrumentos. Desde muy temprano Manolo empezó a formar parte de grupos tocando con los vecinos.

En el pueblo entre los años cuarenta y cincuenta, se creó una gran rondalla, de las mejores que había en el entorno, y Manolo también formaba parte en un lugar destacado. Sus conciertos eran muy valorados, disponían de piano, acordeón y una amplia variedad de instrumentos de cuerda. Su director era Carlos Martínez Cerqueiras, sabía música y en su casa enseñaba a tocar cualquier tipo de instrumento, pero lo mejor que dominaba era su voz que todos elogiaban.

El maestro Manuel Diz estuvo realizando una interesante labor cultural en su tiempo libre, dejando marcada una larga etapa de esa música popular y tradicional, que tan elegantemente sabía interpretar. Nunca fue profesor de música pero los instrumentos de cuerda los manejaba con gran maestría y siempre estaba dispuesto a compartirlos activamente con los demás. Fueron cerca de cincuenta años dedicados diariamente, prestando su ayuda al Círculo Gato Negro, enseñando a manejar y sacarle las mejores notas musicales a los instrumentos.

El maestro en la afinación tenía un arte excelente, cantidad de niños y mayores pasaron por esta rondalla. El trabajo de Manolo fue enorme con los niños; cuando sabían tocar dejaban la rondalla o se marchaban a tocar para otros grupos, pero el maestro con su paciencia, su empeño y afán de enseñar enseguida lograba preparar otros nuevos alumnos. Su ilusión de formar una buena rondalla siempre estaba presente. La rondalla, gracias a Manolo Diz fue todo un símbolo. En su larga trayectoria supo conseguir merecidamente premios, galardones y distinciones, en destacados escenarios de gran nivel.

Manolo estuvo un tiempo con su mente perdida sobre el horizonte, y hoy [por ayer] puso rumbo a ese imaginario lugar. En este último viaje se llevará con él su viejo laúd bajo el brazo, con la esperanza de encontrarse con un buen número de carrilexos, donde se unirán para formar parte de la buena música de cuerda. Manolo desplazará su larga mano por los trastes de su laúd, seguro que todos juntos con sus alegres notas, contribuirán haciendo un ambiente especial de paz y alegría que todos disfrutarán.

Actualmente la rondalla no puede guardar silencio, deben seguir unidos para conservar la tradición y si puede ser ampliando y mejorando el repertorio, por si Manolo en su nuevo destino nos está escuchando, se sienta feliz de su obra y pueda comprobar que las nuevas canciones le llegan llenas de brisa marina y de salinidad de las aguas de la Ría que él tanto apreciaba.

*Expresidente del Círculo Gato Negro de Carril