- Ese carácter austríaco del certamen italiano ¿cómo traducía en la organización ese domingo?

- Fue un protocolo exquisito con las bandas. Primero nos pasaban a una sala de calentamiento donde, a nuestro antojo, estuvimos calentando 40 minutos. Acto seguido nos pasaban a una sala ya de afinación, y para ello teníamos que hacerlo por un pasillo acristalado donde que atravesábamos en fila, mientas los familiares allí apostados nos alentaba un aplauso tan cálido que resultó un momento tremendamente emotivo, nos dio un plus añadido para cargar pilas. En la sala de afinación estuvimos 20 minutos, luego una sala de espera para ordenar la salida al auditorio, lo cual teníamos que hacer por el patio de butacas, desfilando por delante del público que te recibía con un aplauso que alentaba. Después de la actuación tocó abandonar de igual manera la sala, en fila y con una ovación tan grande que nos ponía la emoción a flor de piel, estábamos notando que realmente habíamos cautivado al público.

- En perspectiva, usted asume la BUMM en 2013. ¿Qué banda se encontró y cómo es hoy?

- Meaño, como cualquier banda, tenía también capacidad de mejora, y la sigue teniendo hoy. Y eso que ha sido una banda que se ha ido renovando generacionalmente, fue aumentando el número de músicos hasta el centenar que es hoy, cada vez con más integrantes cursando estudios reglados en conservatorios, todo ello redunda en esa capacidad de mejora.

- ¿Y por dónde pasa esa margen de mejora?

-Por un local de ensayos con capacidad para el centenar de músicos que somos, esa es ya ahora una necesidad. Meaño precisa de esa infraestructura, tener mayor oferta cultural, que estamos en condiciones de ofrecer. Hay que apostar más.