Tras lo vivido en Italia con la BUMM el maestro Diego Javier Lorente rinde homenaje estos días a los dioses de Olimpo en tierras griegas, donde disfruta de unas pequeñas vacaciones con su familia. Atrás, un trabajo ímprobo para rubricar un concierto magistral en el "Flicorno D'Oro", tanto que el jurado profesional lo premió con 96,88 puntos, la puntuación más alta no solo de la cita -con 35 bandas en liza que le hacía acreedora al "Flicorno"-, sino históricamente de los 21 años del certamen italiano, reconocido como uno de los grandes europeos de las bandas de viento. Ayer miércoles noche, último capítulo de un viaje escalonado, con llegada a Meaño de todo el instrumental, maletas y vestuario que obligaba a la banda a fletar un porte de ida y regreso por carretera en camión, con la estampa de un grupo de la banda descargando ayer y las familias recogiendo el material en la Praza da Feira. Siempre para satisfacer a su público.

- Desde el domingo ha recibido innumerables felicitaciones ¿Cuáles le emocionaron?

- Sí, he recibido muchísimas en el teléfono. Entre ellas, la del director de la Banda de Barcelona, Pascual Vilaplana, la del director de Cullera, Carlos Garcés, que son referentes de la dirección en España, o la del mismísimo compositor italiano Franco Cesarini? Han sido muchas, todas y cada una muy emotivas.

- ¿Una dedicación suya para este premio?

- A todos los componentes de la banda y a la junta directiva que, juntos, creyeron en este proyecto.

- ¿Cómo surge la idea de concursar en Flicorno D'Oro?

- En 2009, cuando dirigía la Banda de O Rosal, quise acudir con ella a este concurso italiano, del que no se tenían muchas referencias aquí, pero que yo conocía muy bien. Tenía prestigio, y siendo en el norte de Italia, gozaba de una organización muy austríaca, exquisita, metódica, muy cumplidora con los horarios. Pero entonces era imposible: acudir a Italia con la Banda de O Rosal suponía una inversión que significaba poner en peligro la sostenibilidad de la escuela. A este certamen italiano ya habían ido varias bandas españolas, pero Meaño fue la primera de Galicia en hacerlo.

- Cuando propone este reto en Meaño, ¿sonaba a osadía?

- Al principio sí, pero al poco todos nos fuimos mentalizando, estudiando la fórmula para hacerlo viable. Era necesario contar con el dinero para tamaño viaje, y pisar el acelerador en el último año, haciendo más fiestas, poniendo más suela para hacer más caja y estar en condiciones de financiarlo. Luego se trataba de rebajar el coste, evitando una agencia y organizarlo nosotros. Ello me hizo viajar en noviembre a Italia, a las inmediaciones de Riba del Garda, para buscar el hospedaje para un centenar de músicos, una sala de ensayos, comida económica? era preciso austeridad. También negociamos los autobuses, o los vuelos. Fue un trabajo ímprobo, pero nos permitió ahorrar 8.000 o 9.000 euros. Era la única manera de afrontarlo.

- ¿Cuándo empezó a notar que las dos obras empezaban a sonar redondas?

-No pensé que íbamos a ir tan rápido. Tanto que me animé a interpretarlas en el concierto de Navidad, en Vionta, donde ya empezaba a sonar, se notaba que los músicos estaban con muchas ganas, una ilusión enorme, al público le gustaba? A partir de ahí creció con muchos ensayos y unas tres semanas donde las sesiones eran ya rizar el rizo de la perfección en la dificultad. Poder ensayar en Rovereto el viernes y sábado, en sesiones intensas de mañana y tarde, fue la guinda para la máxima concentración.