Frente a las "caídas, lágrimas e injusticias" la comunidad cristiana celebraba ayer el Día de Ramos en Vilagarcía. Lo hizo con emotivos actos marcados por la procesión de La Borriquita y la bendición de ramas de palmas, olivos y laureles, tanto naturales como artificiales, blandidos al suave viento de una mañana con cierto bochorno pero sin lluvia de la que participaron activamente niños y adultos.

El patio exterior cubierto del Colegio Filipense de la Sagrada Familia, con el convento de Vista Alegre de fondo y la majestuosidad de los jardines y sus frondosos árboles como testigos, se convirtió en el primer escenario de una cita que marcaba el inicio de la "semana grande para la comunidad cristiana".

Fue allí donde, con asistencia de medio millar de fieles provistos de sus ramos, se desplegó el primer y rápido acto religioso, con una esperada bendición de los presentes y las ramas que portaban antes de dar comienzo a la siempre llamativa Procesión de la Borriquita.

El cielo estaba encapotado, pero no llovió. Esto propició el lucimiento del devoto desfile tanto dentro del recinto del colegio como calle abajo, para desembocar desde Vista Alegre en la Castelao antes de girar hacia la iglesia.

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Bendición de Ramos, Palmas y procesión de La Borriquilla en Arousa

Allí esperaban los fieles que no habían acudido a la primera bendición, para asistir a la segunda, y se sumaron a quienes sí hicieron el recorrido completo y lograron la bendición divina por partida doble.

Con la imagen que representa a Jesús subido al asno con el que hizo entrada en Jerusalén descansando ya sobre el gran pedestal habilitado al efecto, a las puertas del templo, comenzó una ceremonia religiosa marcada por el sentimiento y la tradición.

Fue allí, en el atrio, donde se dio lectura, entre otros pasajes, a un fragmento del Libro de Isaías que dice: "El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos. El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes". La "semana mayor" del cristianismo se lanzaba "con corazón abierto y generoso", con ganas de paz y misericordia, con fe y esperanza en la resurrección.

Los niños de menos edad que ya saben andar correteaban entre los fieles congregados en la Praza de España; algunos lloraban, otros permanecían agazapados en sus carritos? Los adultos, algunos con sus mejores galas, estaban atentos a la palabra de Dios y escuchaban las recomendaciones del párroco, cantaban o rezaban antes de volver a alzar sus brazos al viento para mostrar sus ramos y bendecirlos.

Todo había comenzado a eso de las diez y media de la mañana, por lo que a mediodía era ya el momento de vivir la Semana Santa de otra forma, de ahí que en las mesas de los bares los ramos ya bendecidos se situaran al lado de las copas de vino o vermú y las calles peatonales de Vilagarcía se llenaran de vecinos y visitantes, ya que hay mucho turista estos días en la ciudad gracias a la celebración de diversos eventos deportivos en este momento del año que resulta tan religioso como vacacional.