Hoy amanecía a las 7,59 horas, aunque en realidad desde las 7.30 la luz del día ya se había apoderado de las calles de Vilagarcía y permitía presagiar una jornada apacible y sin precipitaciones, con una temperatura máxima de 17 grados prevista para las tres de la tarde. Pero a pesar de la buena visibilidad, a las 8.11 horas el alumbrado público seguía encendido en el centro de la ciudad. Y es solo un ejemplo, ya que se trata de algo que sucede en otras muchas villas.

Tras la implantación del horario de verano no todos los sistemas de sincronización del encendido y apagado de alumbrado público han sido ajustados, y esto provoca un derroche innecesario de energía eléctrica.

El hecho de que cientos de farolas permanecieran encendidas pasadas las ocho de la mañana, cuando la visibilidad era total, no pasó desapercibido a muchos de los vecinos que a esa hora caminaban ya por las plazas de España y de Galicia, calles como Arzobispo Lago y tantos otros lugares de Vilagarcía.

A veces se apela al ahorro energético y a la necesidad de salvar el planeta, por lo que se impulsan planes específicos tendentes a conseguirlo que conllevan gastos importantes en cuanto a reposición de farolas e implantación de nuevos mecanismos. En otras ocasiones el hecho de sincronizar el horario de apagado del alumbrado público, es decir, poner en hora el reloj de las farolas, puede ser una medida tan económica como eficaz.