A los propietarios de los caballos mostrencos se les abre un nuevo frente. Apenas dos semanas después de que los vecinos de Armenteira abordasen en una asamblea los problemas derivados de la presencia de los equinos en fincas y carreteras, ahora son los de San Tomé los que se quejan.

Una vecina afirma al respecto que es habitual ver animales en el vial principal que comunica San Tomé con San Salvador de Meis, y que si bien por lo general solo bajan entre cuatro y cinco ejemplares, "un día llegamos a contar catorce, y otro doce".

Los residentes en San Tomé tienen miedo de que se pueda producir un accidente, pero señalan que no es el único inconveniente derivado de la presencia de las cabezas de ganado. El otro es que causan daños en los cultivos.

"No podemos sembrar las fincas. Y alguna gente puso unos cierres de alambre, y se los tiraron", se queja la afectada.

Esta mujer sostiene que además se encuentran solos e indefensos, pues según ella los ganaderos no se hacen cargo de los animales, la Guardia Civil ya no actúa, y el Ayuntamiento no es lo suficientemente tajante. "El otro día el Concello cogió cuatro caballos y los llevó para la feria (la nave donde se celebra el mercado de ganado). Los tuvo allí, pasó a recogerlos el dueño, se los dieron, y ahora los caballos ya andan por ahí otra vez".

Por todo ello, reclama una solución efectiva y definitiva, "porque nos vemos atados de manos. No podemos plantar nada".

Un problema cíclico

Los caballos mostrencos hacen una labor muy importante en el monte, pues contribuyen a la limpieza del manto vegetal, una de las claves de la prevención de los incendios. Son, además, una seña de identidad cultural de Galicia, que tiene su culmen en verano con los "curros" o "rapas das bestas".

Son, también, una actividad económica en el rural, con lo que contribuyen al mantenimiento de población en el rural.

Sin embargo, este tipo de ganadería tiene detractores. Son, sobre todo, los dueños de fincas agrícolas situadas en las laderas de las montañas, que ven como periódicamente los animales bajan de las partes altas del monte en busca de alimentación, haciendo daño en los cultivos.

Por ello, son muchos los que plantean la necesidad de compatibilizar los dos usos, el ganadero y el agrícola, estabulando los caballos en las partes altas y garantizando allí su alimentación.