Fátima Noya Varela dirige el grupo de la Pascua Xoven de la parroquia vilanovesa de Tremoedo, y da catequesis a los niños de entre seis y siete años que empiezan a hacer la preparación para la Primera Comunión, también en Tremoedo. Hoy, será una de las 450 personas que se den cita en la Asamblea de Catequistas que la Diócesis celebra en Santiago de Compostela. Maestra, y de 35 años, Fátima Noya siempre tuvo claro que quería estar vinculada a la parroquia.

"Soy catequista desde que hice la Confirmación", cuenta. Antes que ella, ya lo habían sido su madre y un abuelo. Ella no lo dudó, porque "era algo que me gustaba y no quería desvincularme de la parroquia. Hoy tenemos la Pascua Xove, pero en ese momento, la catequesis era la única manera que teníamos los jóvenes de seguir vinculados a la parroquia".

Para Fátima Noya, la catequesis, "es una parte muy importante de mi vida". "Estar al lado de las familias, acompañarles, es la misión a la que estoy llamada en la Iglesia". A la pregunta de si no ha echado de menos en algún momento tener libres las mañanas del domingo, la vilanovesa responde que, "sí, claro, como todo el mundo. Nada es perfecto. Pero del mismo modo que podría echar de menos un lunes. No hay que tomar esto como un trabajo. Y quizás si me apartase de la parroquia, echaría más de menos no ir a la catequesis que tener la mañana del domingo libre".

En Tremoedo se aprecia un descenso importante en el número de niños que se preparan para hacer la Primera Comunión, como en cualquier otra feligresía, tanto del rural como de la ciudad. Nacen menos niños que hace unas décadas, y cada vez son más las familias que no les hacen la Comunión. Sobre esto, Fátima Noya opina que, "es un acto coherente con el pensamiento de los padres. Obligar a los niños a recibir un sacramento en el que sus propios padres tampoco creen no es lo más adecuado".

Sobre los niños que empiezan la preparación para la Comunión, la catequista afirma que "son muy vivos y muy abiertos. Tienen muchísimas ganas de aprender". En cuanto a los muchachos de mayor edad, niega que sea difícil atraerles, pese a la multitud de distracciones que tienen ahora con solo encender su teléfono. "Los adolescentes están más abiertos que nunca a escuchar y a que se les dé su espacio para expresarse".

Madre de un futuro cura

Como Fátima Noya, Carmen Bouzas Moldes, de Vilalonga (Sanxenxo) fue catequista desde que era poco más que una niña. Empezó a echar una mano en la iglesia de Noalla cuando tenía entre 13 y 14 años, y con el tiempo llegó a cantar durante las celebraciones, se hizo voluntaria de Cáritas y hasta daba catequesis los sábados. Pero hoy no podrá estar en Santiago. Su madre está enferma, en casa, y tiene que cuidarla.

"A lo largo de mi vida tuve que dejar la catequesis varias veces para atender a la familia. Ahora he vuelto a dejarla. Sufrí mucho y aún sufro, porque me gusta mucho", asegura esta ama de casa de 56 años.

Carmen Bouzas tuvo tías abuelas monjas, primos abuelos curas, y un primo carnal suyo ejerce actualmente el sacerdocio. En unos pocos meses también lo hará uno de sus tres hijos, Damián Vidal Bouzas, que ya ha sido ordenado diácono. "Estudió en los Salesianos, y empezó a decir que quería ser sacerdote muy pronto. Esa era mi gran ilusión, y cuando me dijo que quería ser sacerdote yo no lo creía, lloraba y me reía al mismo tiempo. No sabía que hacer. Fue lo mejor que me pasó en la vida".

Para esta mujer de Sanxenxo, la catequesis es una parte fundamental de su vida. Ha preparado a docenas de niños y jóvenes para la Comunión o la Confirmación. Por eso, le duele que hoy algunas familias tomen a la ligera este primer contacto de los niños con la Iglesia y la fe. "Alguna vez le he preguntado a alguno por qué hacían la Comunión o la Confirmación, y me contestaron directamente que por los regalos. A mi me da pena, pero es así. Pero no son todos. También hay familias que traen a los niños con fe de verdad".