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El Entroido de Vilagarcía, antes de Rio de Janeiro

Los "choqueiros" y las reuniones festivas espontáneas caracterizaron el Carnaval arousano durante décadas

El Entroido de Vilagarcía, antes de Rio de Janeiro

Los "choqueiros" son de otro tiempo. Ellos reinaban en una época en la que las fiestas de Carnaval estaban mal vistas -cuando no directamente prohibidas-, salvo para la burguesía de los pueblos, con la condición de que la celebrasen en los Casinos y la llamasen "Fiesta de la Primavera". Fuera, los que se atrevían a disfrazarse salían a la calle de cualquier forma y hacían alboroto en la primera plaza o bar en el que paraban. No había programa de actividades, ni horarios, ni calles cortadas para el desfile, ni dinero para comprar bonitos disfraces de Superman. Lo que había en pueblos como Vilagarcía era una fiesta espontánea e improvisada.

"El Carnaval que se lleva ahora parece sacado de Río de Janeiro", cuenta Rafael Campos, miembro de una de las familias que más hizo por el Entroido de Vilagarcía. Sus padres tenían un bar en lo que hoy es la calle Rosalía de Castro, y los martes de Carnaval cerraban y se marchaban disfrazados al centro de la ciudad, seguidos por una tropa de clientes. Ya en Vilagarcía, Enrique Campos, su hijo Avelino y los demás miembros de la familia se convertían pronto en el centro de todas las miradas.

"Un año fueron con unas escaleras, una manguera y una máquina de sulfatar pidiendo un servicio de bomberos para Vilagarcía", recuerda Rafael Campos. "Otro año, como el Arosa iba muy mal, mi padre se disfrazó de pescantina y llevaba encima una cesta con una centolla y unos cangrejos, haciendo como que vendía a toda la directiva y a los jugadores".

Para la presidenta del Faiado da Memoria, Margarita Teijeiro, los Campos fueron unos de los grandes animadores del Entroido tradicional de Vilagarcía, al igual que "Lola a de Marín", Marina Casabella o la peña Sulfato, de Vilaxoán. Todos ellos tenían en común que arrastraban multitudes durante el Carnaval, y que sus disfraces podrían pasar por lo que hoy se conoce como "choqueiro". "La familia Campos marcó el Entroido de Vilagarcía -relata Teijeiro- Ellos solos montaban una parranda enorme, sin subvenciones ni nada".En peligro de extinción

Hoy, sin embargo, está figura está en peligro de extinción. Su forma de vestirse, con ropas viejas sacadas del fondo del armario y combinadas de cualquier forma, y de cubrirse el rostro, con caretas hechas de tela o con un poco de esparto, no van en la línea de los Entroidos "elegantes" que se están imponiendo en las villas y ciudades, como explica el escritor ourensano Federico Cocho, autor de "O Carnaval en Galicia", uno de los mejores libros publicados sobre esta materia.

Ni siquiera el modelo de fiesta actual concuerda mucho con el libertinaje extremo, la improvisación y la espontaneidad que caracterizan al "choqueiro", muy distinto del disfraz cabal y bien conjuntado que se compra en la tienda o se va cosiendo en casa para lucir en los pulcros y ordenados desfiles que organizan los ayuntamientos.

Rafael Campos no quiere desmerecer las fiestas actuales, pero le gustaban más aquellas que conoció de niño. "Para mí lo bonito era que salías espontáneamente. Pasabas el tiempo en la calle y formabas parte de la fiesta. El Carnaval que se lleva ahora parece el de Tenerife o el de Río de Janeiro. La gente va a ver el desfile y después se marcha para casa".

Ser "choqueiro" no significa por lo tanto solo vestir de cualquier manera, y cuanto más duela a los ojos recatados mejor, sino también disfrutar de la fiesta de otra manera, más libre y participativa.

El Ayuntamiento de Vilagarcía ha creado este año un premio específico para los "choqueiros" -dotado con 1.000 euros, que se repartirán en tres categorías-, y una de las finalidades de la idea es precisamente animar a la gente a que dé un paso para bajar de la acera y participar en la comitiva.

Pero, a parte de la iniciativa municipal, hace ya tiempo que hay gente que reivindica este personaje vistiéndose con monos de trabajo, vistosas caretas de monstruos y líderes políticos, y hasta pelucas de colores. Aunque los puristas defienden que en el atuendo del "choqueiro" auténtico no puede haber absolutamente nada comprado.

En su origen, eran los disfraces de gente humilde, que de ninguna manera aceptaría gastar ni una sola peseta en un disfraz. Todo lo que se echaba por encima para ocultar su identidad lo tenía en casa o cerca, en el campo.Las "chocas" perdidas

Federico Cocho plantea que el nombre de "choqueiro" se debe a que en su origen portaban unos cencerros, o "chocas" para hacerse notar con su ruido.

Para él, más que un personaje concreto del Entroido gallego, "choqueiro es un nombre genérico que se le daba a cualquier persona disfrazada con cualquier cosa". En cuanto a las chocas, se trata de elementos ancestrales, pero que se han ido perdiendo con el paso del tiempo. "Llevo viviendo 40 años en A Coruña y nunca vi a nadie con las chocas. Son costumbres que van cambiando".

El "choqueiro" se ha convertido en el personaje icónico de carnavales como el de A Coruña, y también ha pasado a ser una imagen habitual en poblaciones de la Mariña coruñesa, como Betanzos, o en varias de las Rías Baixas. En ocasiones, fueron conocidos por otros nombres, como "currovellos", "vellos", "farricoques" o hasta "entroidos". En Vilagarcía y otras localidades de O Salnés se convirtieron en una institución, mientras que por las aldeas de los alrededores, los "choqueiros" iban de un lado a otro atemorizando a sus vecinos con varas de mimbre o palos.

Otra de sus características era que no hablaban. Cubiertos de pies a cabeza, y callados, nadie sabía quienes eran, y eso infundía a la gente un mayor temor.

"Todos esos tipos de máscaras eran azotadoras. Su objetivo era infundir miedo para ritualizar la violencia", explica el escritor ourensano especializado en el Carnaval.

A medida que pasaron las décadas, sin embargo, el Entroido se fue haciendo "más organizado, más urbanizado, más turistizado", al tiempo que las fiestas en las aldeas y las villas pequeñas "perdían intimidad". El "choqueiro" dejó de estar bien visto "en el Entroido bonito, urbano", quizás por su desaliño, o quizás porque representaba una transgresión demasiado pura para la mentalidad de las clases medias. "El choqueiro iba manchando a la gente, haciendo comentarios sexuales y de política que no se debían decir. Esos desahogos solo se permitían en el Entroido", añade Federico Cocho.

Hoy, los "choqueiros" regresan de las tinieblas del olvido para reafirmarse como símbolo de tradición, pero también de modernidad. Pero no les llega con sobrevivir con respiración asistida; ellos quieren volver a reinar un poco como antes.

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