Los estrechos vínculos que existen entre las parroquias de Baión (Vilanova de Arousa) y Paradela (Meis) siempre tuvieron que superar un río Umia que sirve de separación entre ambas, pero que no impidió que, en épocas pretéritas, muchas familias de uno y otro lado acabasen uniendo sus caminos por medio del matrimonio. Lo hacía posible una pequeña pasarela de madera que atravesaba el paraje natural de Pago Negro, un puente por el que se cruzaba de un lado a otro sin tener que viajar hasta Ponte Arnelas o a Ponte Baión, opciones que implicaban un gran rodeo.

Aquel puente cayó, y durante décadas no existió una infraestructura que permitiese a los vecinos de uno y otro lado cruzar a cuidar las fincas que poseían. Conscientes los vecinos de la necesidad de volver a unir los caminos de ambas parroquias a través de un puente, pronto crearon una comisión cuyos integrantes acabaron convirtiéndose en viejas caras conocidas para un conselleiro tan polifacético como era José Cuiña. El lalinense, cada vez que se dejaba caer por la comarca, se encontraba con alguno de los integrantes de la comisión que le recordaba la necesidad del puente. El político del PP acabó comprometiéndose a construir ese puente, que se serviría de las concentraciones parcelarias que se estaban desarrollando en ambas parroquias para darle salida.

Con un coste de más de un millón de euros, Cuiña acabó cumpliendo con los vecinos de Baión y Paradela, aunque no llegaría a inaugurarlo. En plenas elecciones municipales de 2003, un recién nombrado conselleiro de Política Territorial Alberto Núñez Feijóo, se plantaba en Baión para recorrer a pie lo que, hasta aquel momento, había sido un sueño para sus vecinos. Esa inauguración quedó solapada por la denuncia ante la junta electoral de Cambados del uso partidista de otro acto que iba a tener lugar ese mismo día, el inicio de las obras de remodelación de la plaza do Castro. En aquel entonces, Núñez Feijóo ya advertía que para el puente, que desembocaba en el lado de Baión en un estrecho Camiño Francés, era fundamental el desarrollo de la concentración parcelaria.

Casi dos décadas después se ha conseguido, con el nuevo vial que se construye para la concentración parcelaria de Baión, darle una salida adecuada a un puente por el que tan solo atravesaban motocultores y al que la maleza amenazaba con cubrir en algunas zonas. De la comisión que tanto peleó por la construcción de aquel puente ya quedan muy pocos para esbozar la sonrisa del que consigue, al fin, hacer realidad un sueño.